Sensible al frío o al calor, a la alegría o la tristeza, a reacciones químicas, hormonales, al estrés o la mala alimentación... La piel nos separa, nos conecta y nos protege ante el mundo, por eso debemos cuidarla, pero siempre de manera sencilla y respetuosa. Para ello contamos con una cosmética mejor que la “industrial” y sobre todo, más inteligente.
La piel es un fiel reflejo no solo de cientos de sensaciones, sino también de nuestro estado de salud. Muchas de las dolencias o enfermedades más comunes se reflejan en nuestra piel, por ejemplo el ezcema, la psoriasis, el acné, las estrías, la piel de naranja, los herpes, etc. suelen ser síntomas de otro tipo de desequilibrio de nuestro organismo, como una mala circulación, alergia, intoxicación, estrés, nerviosismo, tristeza, mala alimentación, etc.
Además, a todos los aspectos de la salud de nuestro organismo, hay que sumarle las agresiones externas causadas por la contaminación ambiental o el frío, la sequedad o los rayos UVA del sol.
Por todo esto, para un buen cuidado de la piel es tan importante proteger su salud externa, como cuidar el resto de aspectos internos que le afectan de manera directa.
La cosmética nos ofrece miles de formatos diferentes para cuidar nuestra piel, pero por desgracia, la mayoría de estos productos industriales están creados basándose en normas publicitarias, dejando atrás los principios terapéuticos vegetales y naturales.
Cosmética industrial vs Cosmética inteligente
Muchos de los cosméticos industriales con los que contamos en el mercado, en muchas ocasiones pueden resultar ineficaces o por el contrario demasiado agresivos, y a la larga pueden romper el delicado equilibrio de salud de la piel.
Para llevar a cabo una cosmética inteligente debemos contar con cosméticos naturales sin adulteral y además, con una pureza del 80/100%, sin residuos químicos y cuidando que sus compuestos vegetales, (procedentes de plantas medicinales), hayan seguido un proceso de cultivo, recolección y envasado respetuoso con su composición química y con sus propiedades terapéuticas o nutritivas. Por ejemplo, para extraer un aceite esencial de bergamota, el aceite de oliva, o el aceite de almendras, es importante que la extracción se produzca mediante presión y en frío, ya que si se aplica calor este aleterará su composición química y disminuirá considerablemente sus efectos terapéuticos.
En muchas fábricas industriales no tienen en cuenta estos aspectos y aplican calor para rentabilizar el producto y extraer hasta la última gota de aceite, pero estos procesos no tienen en cuenta el respeto por el equilibrio natural químico del vegetal y sus propiedades terapéuticas resultantes.
Por otra parte, la cosmética industrial añade a sus productos compuestos químicos “extraños” al ingrediente principal, como conservantes, antiapelmazantes, saborizantes... además de otros tantos para conseguir una textura, aroma o incluso color más atractivos, siguiendo normas publicitarias y baremos de marketing que poco tienen que ver con la practicidad del producto final. Cierto es que muchos de estos compuestos químicos provienen de otros vegetales, pero uno de los problemas es que introducen tal cantidad de estos compuestos, que en el producto final apenas queda un pequeño porcentaje del ingrediente protagonista 'eficaz'; y esto en el mejor de los casos porque en otros, se utilizan compuestos animales o artificiales que no solo resultan ineficaces, sino que a la larga pueden producir alergias, intolerancias, desequilibrio del ph, etc...
Por suerte contamos con una extraordinaria cosmética vegetal y natural de verdad, sin adulterar, pura y de alta concentración y además sin rastro de residuos tóxicos, fertilizantes, pesticidas, manipulación genética y test en animales.
Los aceites esenciales y aceites base, son nuestros mejores aliados para el cuidado de la piel, ya que no solo cuidan su aspecto y su salud por fuera, sino que procuran salud más allá de la piel, penetrando en nuestro torrente sanguíneo y procurándonos salud, belleza y bienestar desde nuestro interior.
Por ejemplo, algunos de los mejores aceites hidratantes con los que contamos son el de almendras (hidratación pieles delicadas), el de coco (super hidratación piel y pelo), el de germen de trigo y el aceite de argán (nutritivos, antioxidantes, epecialmente recomendados para pieles maduras), el aceite puro de jojoba (piel grasa) o caléndula (piel delicada, eccemas, psoriasis, acné...), el aloe vera puro (quemaduras, desinfección, hidratación) o el aceite puro de rosa de mosqueta (cicatrices, marcas, estrías, hidratación).
Los aceites esenciales puros, según la planta de la que procedan, además cuentan con propiedades bactericidas (árbol de té, limón), antiinflamatorias (romero), broncodilatadoras (eucalipto, hisopo), digestivas (bergamota), calmantes (lavanda, ylang ylang), reguladoras de la circulación (menta, romero), etc.
Además, debemos tener en cuenta que la salud se refleja en nuestra piel y por lo tanto es imprescindible cuidar nuestra nutrición, nuestra energía y nuestras emociones para estar guapas y guapos.