Sentirse perdido, infeliz, frustrado o en el camino equivocado son emociones que nos rondan demasiado frecuentemente en nuestra sociedad, y la Terapia Gestalt puede ayudarnos mucho en este sentido. Para explicar mejor en qué consiste esta terapia hemos tenido la suerte de contar con la experiencia y amabilidad de Susana Gacituaga y Luis Gómez, ambos psicólogos en el centro Escúchate Psicólogos Madrid que han respondido nuestras preguntas para ti. - Fotografías de Berta Delgado -
¿Qué es la terapia Gestalt?
La terapia Gestalt es una corriente psicológica que se incluye dentro de la Psicología Humanista. Como tal se enfoca en el desarrollo personal más que en la solución de un síntoma concreto o un diagnóstico de "enfermedad". Desde aquí, el proceso terapéutico no se orienta directamente a la eliminación del síntoma, sino que pone el acento en que la persona adquiera un conocimiento sobre sí misma que le facilite la salud emocional, permitiéndole tomar las riendas de su vida con más claridad. Los síntomas son reflejo de que algo no va bien, cuando reconocemos la dificultad y somos capaces de hacernos cargo de aquello que no va bien, el síntoma deja de ser necesario y tiende a desaparecer. El trabajo terapéutico favorece el "crecer" personal, y es este crecimiento el que hace que el síntoma desaparezca.
Fritz Perls (padre de la Gestalt) definía la salud emocional como el estado en el que el individuo es capaz de verse a sí mismo como el conjunto de las diferentes partes de su personalidad y puede integrar estas partes como un todo que acepta y utiliza de manera saludable.
La terapia Gestalt tiene como base esta definición de salud. Cuando una persona puede sentirse integrado y salir de sus peleas internas, actuará en favor de sus necesidades reales. Cuando la neurosis (mecanismos inconscientes) interfieren el "darse cuenta" o el "percatarse" de uno mismo, las necesidades quedan ocultas tras la acción mecánica o neurótica. Cuando esto ocurre, nos sentimos incompletos, perdidos, sin saber cómo ni por qué hemos llegado a ese malestar.
A veces en terapia utilizamos este ejemplo para explicar el trabajo terapéutico a personas que no conocen la Gestalt y que vienen a nuestro centro:
Hablamos de que todos tenemos unas gafas con las que vemos el mundo, gafas que hemos creado para protegernos (mecanismos de defensa). Andamos por la vida con ellas sin saber que las llevamos y sin saber cómo alteran la realidad interna (ese verse completo del que habla Perls) y externa (el mundo, las relaciones...). Cada uno de nosotros tenemos las nuestras, hechas de pedazos de nuestras vivencias y nuestro carácter, y cada una tiene su manera. Sean como sean, todas tienen el mismo fin, alterar el color y provocar la distorsión adecuada para que aquello que nos dolió mirar, no vuelva a aparecer nunca.
En terapia uno puede identificar qué gafas son las suyas, para qué están ahí, qué limitan mirar y qué distorsionan. Y poco a poco aprender a mirar sin ellas o con ellas de manera voluntaria. Las gafas acaban siendo una opción, cada uno decide si la utiliza o no, dependiendo de lo que necesite o lo que pueda sostener en cada momento. La libertad interna llega cuando las gafas dejan de ser parte de ti y se convierten en un recurso posible y no impuesto.
¿En qué se diferencia de la terapia psicológica “convencional”?
La primera diferencia se encuentra en el punto de partida del proceso. Como decíamos, la definición de salud emocional está relacionada con la aceptación y la conciencia de uno mismo, esto marca tanto el recorrido terapéutico como las técnicas con las que se realiza este recorrido.
En las terapias en las que el objetivo es la ausencia del síntoma inicial, las sesiones se centran en la eliminación de este síntoma con unas u otras técnicas, me refiero a las corrientes conductuales y cognitivas, en las que el proceso se orienta a la eliminación de lo que molesta, sin necesidad de trabajar sobre las vivencias, por lo que este ejercicio de búsqueda no es necesario.
En Gestalt se busca que la persona tome conciencia y responsabilidad sobre aquello que es y que hace. Por ello las recetas, los consejos y maneras de hacer de otras corrientes no tienen mucho espacio.
En terapia Gestalt, el proceso terapeútico se apoya en el concepto de "Autoregulación Organísmica". La autoregulación organísmica hace referencia al principio de que es el propio individuo el que encontrará el camino de su salud. Por ello, las sesiones se enfocan a la toma de conciencia para que este camino esté libre de distorsiones neuróticas.
Las técnicas propias de la terapia Gestalt son también un aspecto de diferenciación. La silla vacía, que facilita el trabajo con las partes internas en conflicto, la apropiación de lo que se dice, el trabajo sobre el presente, sobre los "deberías" y los "no puedo" que todos llevamos en el disco duro... Todas estas técnicas facilitan este completarse y aceptarse en lo que uno es. Son técnicas que posibilitan que el trabajo esté centrado en el presente, lo que sucede en la sala, y desde ahí se puedan resolver situaciones que quedaron inconclusas en un pasado. El trabajo con el presente en Gestalt es fundamental, por ello el traer las dificultades a la sesión es muy valioso. No se habla sobre lo que pasó y se debió de hacer, sino sobre lo que está pasando y lo que se siente, y desde esta vivencia (presente) uno siente, piensa y decide lo que hacer.
Pero si algo diferencia a la terapia Gestalt es sin duda el rol que el terapeuta ocupa. Para que todas estas técnicas y este trabajo sobre el presente funcionen , el terapeuta tiene que estar presente, ser activo en lo que pasa, y en como se siente. Facilitar que exista una relación real, con emociones reales, y situaciones reales. Los terapeutas Gestalt estamos presentes en el sentido amplio de la palabra, nos emocionamos, devolvemos lo que sentimos sobre lo que vemos siempre que sea en beneficio del paciente, facilitamos relaciones reales que ayudan a la resolución de los miedos y conflictos fuera de la sala. Por ello, es muy fácil que si una misma persona acudiera a dos terapeutas diferentes, las vivencias y lo que pasara en las sesiones, fuera muy diferente. La terapia Gestalt tienen mucho de la persona que lo hace, es creativa, espontánea y se apoya en la relación entre dos personas. Según sea el carácter del terapeuta y del paciente se originaran situaciones diferentes. No es una terapia de manual, no hay guiones previos, sino que se trata de un acompañamiento genuino a la persona que favorece este proceso de crecimiento.
¿En general, cómo reconocer que necesitamos terapia psicológica?
Cuando sentimos la necesidad de ir a terapia es porque hay algo que nos está limitando o nos está haciendo incómoda la vida. Los síntomas pueden ser muy variados, dependiendo de la situación que se atraviesa y del carácter de la persona.
Muchas veces el malestar está asociado a una situación que altera la vida tal y como la conocíamos (fallecimientos, enfermedades, cambio laborales, divorcios). Estos cambios pueden abrir un malestar suficiente como para sentir la necesidad de ir a terapia para recuperar el bienestar de nuevo.
Otras veces no está clara la causa de malestar y entonces las posibilidades son muchas:
- A veces es el cuerpo el que avisa con síntomas de ansiedad, taquicardias, enfermedades, agitación..
- Otras veces es la emoción la que se manifiesta; tristeza , ansiedad, agresividad, celos, envidia...
- En ocasiones pueden ser síntomas conductuales repetitivos que tienen que ver con acciones que no nos gusta y hacemos sin poder detenernos; obsesiones, relaciones insanas.,compras compulsivas..
- E incluso el síntoma puede estallar más en el pensamiento; rumiaciones, pensamientos negativos , miedos, ...
- También podemos sentir la necesidad de explorar lo que somos. La crisis vitales, los momentos de incertidumbre, la necesidad de entenderse son buenos aliados para comenzar un proceso terapéutico.
El síntoma es la manera en que el cuerpo puede avisar de que algo marcha mal. Así que cualquiera de ellos nos está poniendo en aviso.
¿En qué situaciones puede ayudarnos la terapia Gestalt? ¿podéis darnos algunos ejemplos concretos?
Todos las situaciones descritas arriba son el inicio de una terapia, independientemente de la corriente. En Gestalt es posible trabajar un problema de insomnio, de bulimia, de miedo o de crisis vital. No es una cuestión de que haya motivos de inicio más Gestálticos que otros. Evidentemente si alguien parte de una necesidad de autoconocimiento debería buscar una terapia de corte humanista, ya que técnicas más basadas en la sintomatología no podrían cubrir esa necesidad. Pero si una persona siente necesidad de ir a terapia por un síntoma concreto ya es ella la que debe de valorar y elegir el tipo de proceso que quiere. No depende tanto de la situación de inicio, sino de qué es lo que se quiere. A veces vienen personas que acuden a nuestro centro con una demanda sobre el proceso, por ejemplo, quiero aprender técnicas para dejar de fumar, o tengo una fobia a los aviones pero no quiero hablar sobre mi vida... En estos caso y con independencia del síntoma es evidente que nosotros no podemos ayudarla en su objetivo y los derivamos a otro tipo de profesional.
En eso somos los primeros que intentamos dejarlo claro desde el principio. No dejamos de atender o derivamos a una persona por lo que le pase, sino por lo que quiera hacer con lo que le pasa.
Nosotros pensamos que las técnicas psicológicas son muy amplias y que no hay mejores o peores, siempre hay una que es la que necesitamos en el momento en el que nos encontramos. Y es la persona la única que puede decidir sobre ello.
A algunas personas les da cierta “pereza” acudir a terapia, ¿a qué creéis que se debe? ¿es importante superar esa “pereza”? ¿no puede ser un mecanismo de adaptación o protección en muchos casos?
Si, por supuesto. Cuando hay pereza es que hay necesidad. Si no hubiera necesidad la pereza sobraría. Es decir, nadie siente que no le apetece ir al medico si no es una realidad previa el que tienen que ir. Mecanismos neuróticos de evitación y emociones puramente humanas como el miedo y la desconfianza, son algunas de las posibilidades que generan esa pereza, o esa evitación de acudir a terapia.
Hay muchas maneras de decirse a uno mismo que realmente no lo necesitamos y estamos bien. "No estoy tan mal, hay gente peor", "tengo que salir solo/a de esto", incluso situaciones familiares o secretos escondidos que da miedo contar.
Muchas veces vienen a terapia personas que han recorrido una larga lucha interna contra sus defensas por venir a terapia y es después de años de sentir la necesidad cuando se deciden. Un día el síntoma se hace más preocupante que la evitación y acaban cogiendo el teléfono y llamando.
También hay que contar con que vivimos en un país en el que ir al psicólogo no está bien visto.
Muchas personas además de contra los mecanismos interno tienen también que pelear con el miedo a ser juzgado.
Después de vuestros años como terapeutas ¿habéis llegado a alguna conclusión sobre cuales son las causas de sufrimiento mas comunes? ¿existen causas sociales?
Muchas veces el malestar parte de la lucha interna, podríamos decir que es uno de los puntos más comunes en los procesos terapéuticos. Es muy habitual que internamente surjan peleas entre partes nuestras encontradas o en conflicto, diferentes partes que pelean por destapar al culpable o la equivocada. A si como la negación sobre alguna parte nuestra que no nos gusta y no aceptamos. En ambos casos la lucha se hace muy dolorosa y genera mucha inseguridad y miedo. Cuando uno cree que necesita escapar de aquello que es en sí mismo o de aquello que siente y no le gusta sentir, el sufrimiento es mucho.
Otra situación muy habitual aparece cuando la perfección o la imagen guían el modelo de lo que deberíamos ser. Cuando esto ocurre dirigimos nuestra energía hacia esta especie de aniquilamiento interno y autopersecución que nos paraliza y daña. Cada vez que algunos de nosotros ponemos la energía en quitarnos algo que nos es propio (emoción, característica, vivencia, deseo...) para cambiarlo por lo que "debería ser", el dolor del desarraigo es muy intenso.
En ambos ejemplos la sociedad es un claro determinante. En sociedades capitalistas y positivistas tendemos a tener o no tener, ser buenos o malos, nos definimos y comparamos constantemente sobre todo y sobre todos. Desde muy pequeños, crecemos en un entorno que nos marca que tenemos que ser o que debemos de ser; de los buenos y no de los malos, de los guapos y no de los feos, de los que tienen carrera y no de los que dejan de estudiar antes.... Competencias, desprecios, estereotipos.. que alteran el contacto con nuestro verdadero deseo. Es muy difícil escuchar a alguien hablar de la felicidad sin tenerla asociada a una meta o a un privilegio. La felicidad más humana, más tranquila, la que tiene que ver con la paz interior y la aceptación de lo que somos, casi nunca es nombrada. Y cuando aparece, está narrada como una especie de psicomagia que le quita valor y la convierte en una utopia
Otro motivo serían las situaciones vitales dolorosas en sí. Situaciones de duelo, pérdidas o enfermedades, situaciones vitales complicadas que nos hacen pasarlo mal y que muchas veces son también el foco del inicio de un proceso.
Normalmente todo lo relacionado con la muerte, tanto las situaciones de duelo como de enfermedades propias o ajenas, son procesos dolorosos que levantan la venda sobre la mortalidad humana. Que a pesar de estar tan presente en el mundo, no solemos tener presente. Nos las hemos apañado (neuróticamente) para provocar cierta anestesia a esta realidad que nos mantiene lejos de la realidad de la muerte. Socialmente somos una cultura que ha optado por una especie de ignorancia de la muerte, incluso un desafío al envejecimiento cada vez más presente que se refleja en un vivir sin conciencia del propio envejecimiento e incluso de la propia enfermedad. La desconexión del cuerpo y su salud y la no aceptación del envejecimiento como recorrido natural de vida, hace que estas situaciones se nos presenten asociadas a muchos fantasmas. Además del dolor y el miedo asociados a la situación en sí, hay que sobrellevar el otro, el miedo y el dolor a estos fantasmas de lo que hemos ido evitando. Muchas veces, este cara a cara con la realidad de la mortalidad y la enfermedad, es muy duro de atravesar por la falta de conciencia con la que estamos acostumbrados a transitarlo. Y en los que la sociedad tiene una gran influencia.
¿Qué deberíamos potenciar en nuestros hijos para que aprendan a vivir y sentir con su propia identidad en la madurez?
Cuando trabajamos con padres y madres es muy bonito ver como el trabajo que ellos van haciendo en terapia tiene un claro efecto sobre la salud emocional de sus hijos/as.
- El respeto por lo genuino, la escucha emocional, la presencia, la mirada sin juicio que en terapia se aprende a hacer con uno mismo se devuelve a los hijos/as. Esto es lo que todos necesitamos y ya hemos olvidado cómo se hace. Los niños saben hacerlo y probablemente lo vayan perdiendo poco a poco, nosotros como adultos podemos ayudarles a que no lo guarden demasiado lejos de la conciencia.
- El respeto y aceptación de lo que son y no lo que deberían ser por ser hijos nuestros.
- La escucha de lo que les pasa y no de lo que les debería pasar para ser mejores o para molestar menos, o para que sea más fácil para nosotros/as.
- La presencia y el amor como padres y madres de manera genuina y no a cambio de actos o concesiones.
- La mirada limpia de aceptación que no les haga tener miedo o rechazo a lo que son, sin juicio, sin comparación.
Para hacer esto los adultos normalmente tenemos que luchar con muchos fantasmas, unos más duros que otros. La inseguridad de hacerlo bien, los miedos propios, los deseos de que sean de una manera que ciegan el poder ver lo que son, el orgullo de que sean lo que nosotros no pudimos ser, el miedo a que no sean de los mejores, o incluso miedo a quererles mucho...
Estaría bien que les potenciaremos a ellos, y para eso hay que verlos. Verlos y amar lo que son es el mayor de los tesoros que podemos dejarles.