El picor o prurito es una sensación más o menos desagradable que se produce por la irritación de las células nerviosas cutáneas de la piel.
Es una reacción de auto-protección (autoinmune) del cuerpo, ya que nos alerta de que 'algo no va bien'.

Comparte muchas similitudes con el dolor y es considerado como una forma de dolor leve. Los neurorreceptores de las terminaciones nerviosas cutáneas avisan de que algo va mal al sistema nervioso central, primero, normalmente con picor, muchas veces previo al dolor.

Las células del sistema nervioso que están especializadas en esta sensación son iguales que las células que transmiten el dolor.

La sensación, que puede estar producida por agentes químicos, psíquicos, térmicos, mecánicos, viaja desde los receptores cutáneos, por la red de nervios hasta la médula espinal, que lleva la señal hasta el tálamo.

Nuestro organismo responde a este estímulo con otro estímulo del sistema motor, el rascado. No se sabe muy bien por qué el rascado alivia el picor, pero se sabe que la sensación de alivio dura entre 15 y 30 minutos, volviendo en muchos casos con más intensidad, dependiendo de las causas de picor.

Poco se conoce de esta reacción, pero un estudio reciente de la Universidad de Minnesota (EEUU), explica que rascarse inhibe la actividad de un tipo de neuronas de la médula espinal que transmiten la sensación de picor.

Uno de los compuestos que intervienen en el picor, es la histamina. La histamina es la causante, por ejemplo, de que nos piquen los ojos o la nariz por la alergia. Las neuronas y mastocitos (en el Sistema Nerviosos Central) producen y almacena este tipo de amina (compuesto químico orgánico con amoniaco). Es liberada en caso de hipersensibilidad cutánea o alergia ya que entre sus propiedades destaca su función neurotransmisora y su función vasodilatadora (relaja los vasos sanguíneos para que la sangre fluya mejor).

Aunque es liberada con 'buenas intenciones', la histamina tiene efectos nocivos para el organismo, ya que por ejemplo, produce una reacción en cadena: se libera para avisarnos de que algo pasa y mantener 'alerta' y sensible a los neurotransmisores de la piel, pero al rascarnos producimos una pequeña irritación, que hace que a su vez se libere más histamina, que a su vez produce más 'alerta' y sensibilidad... y de ahí el círculo vicioso, que científicamente fue denominado como 'síntoma huérfano'.

Los antihistamínicos son un tipo de medicamentos que ayudan a controlar la secreción de histamina, alivian el picor, pero no 'curan'.

Existe todo un misterio a cerca de los mecanismos cerebrales del picor y sus reacciones en cadena, y básicamente, no tiene cura, símplemente se pueden aliviar sus síntomas.

Es decir, tan misterioso es el camino del picor, como su reflejo de reascarse.