Este texto pertenece al capítulo 'Consume lo que quieres, no lo que te ofrecen' escrito con la colaboración de María de Oñate (experta en marketing y publicidad), para el libro 'Lo que de verdad importa', de Elena Cibrián.
Según los expertos en publicidad, una persona que vive en una ciudad media recibe unos 3.000 impactos publicitarios diarios. No solo a través de anuncios convencionales de la televisión y revistas, también en los logotipos de la ropa, las bolsas de la compra, los productos colocados estratégicamente en nuestras películas o series televisivas preferidas, los patrocinios de eventos e incluso la publicidad “encubierta” de artículos de revistas. Estos impactos publicitarios son rápidamente asimilados por nuestro cerebro. Ante una oferta impresionante de productos a nuestra disposición, las empresas luchan para conseguir que elijas su producto en vez del de la competencia, y para ello recurren a diversas técnicas de marketing y la publicidad, con mas o menos agresividad o moralidad. A esto se une la circunstancia de que muchos consumidores piensan que el hecho de que una empresa haga publicidad está relacionado directamente con la calidad de su producto, pero finalmente todos reconocemos que no hay mejor publicidad que un buen producto.
Una vez que las personas tenemos nuestras necesidades básicas cubiertas, como la alimentación y el descanso, experimentamos nuevas necesidades y deseamos cubrir ciertas necesidades, como el éxito, la amistad, el respeto o la belleza. Es ahí donde la publicidad entra en juego apelando a nuestros deseos más íntimos, mostrándonos estilos de vida o estatus sociales que deseamos, por lo que inconscientemente pensamos que la compra, y uso o consumo de dicho producto satisfará nuestra necesidad. Apelar al sexo, la belleza, la eterna juventud y el éxito profesional y personal son los recursos más frecuentes para captar nuestros deseos a través de la publicidad de un producto.
Una vez que hemos adquirido dicho producto pueden suceder dos cosas: que nuestra necesidad no haya sido satisfecha, por lo que compraremos otros productos para llegar a nuestro objetivo, o que haya sido satisfecha, nos olvidemos de dicha necesidad y creemos una nueva. Tanto en el primer caso como en el segundo vamos generando inconscientemente un círculo de necesidades y deseos que pretendemos satisfacer a través de lo material, olvidándonos de lo que realmente queremos y necesitamos, dejando a un lado la calidad de lo que consumimos y creando entre todos lo que se denomina la sociedad de consumo. Este mecanismo se ve reforzado por un cambio de mentalidad dirigido al consumo de “usar y tirar” en vez de un consumo orientado a reutilizar y reparar. Y por ejemplo, esto se aprecia notablemente en el mundo de la tecnología, en el que los ordenadores y los teléfonos móviles se quedan obsoletos pocos meses después de su compra. El problema de entrar a formar parte de este círculo “vicioso” no es sólo a nivel económico. Es insostenible para la sociedad y el medio ambiente y crea una sensación de insatisfacción permanente en las personas, con negativas consecuencias psicológicas. Entramos en una espiral de negatividad donde los primeros afectados somos nosotros.
Entendemos que el consumo es prácticamente inevitable, porque las personas hemos pasado de producir las cosas que necesitamos a adquirirlas, pero por eso mismo hay que detenerse un momento y preguntarnos a nosotros mismos qué es lo que necesitamos y cuáles son las consecuencias de nuestra elección. Conocer las consecuencias de nuestros actos nos hace ser más cuidadosos en nuestras elecciones, aprendiendo a buscar siempre lo que sea mejor para nosotros y para los demás.
[...] Elegir inteligentemente qué comprar, hace que obtengas muchos beneficios, muchos más que la compra compulsiva o por deseos. Tus necesidades y deseos cambiarán, tu salud y tu bienestar se convertirán en tu objetivo y ser consciente de la importancia de sentirse bien hará que otras necesidades que te atormentaban pasen a un segundo plano. Te volverás más sensible y responsable, dueño de tus decisiones y, por lo tanto evitarás hacer mal, a ti y a los demás. Te comprometerás así con tu entorno y contigo mismo, guiándote por tu ética y tu moral, sin sentimientos de culpa, decidiendo dónde va tu dinero. Gestionarás tus recursos económicos de la mejor manera posible, evitando derrochar tu dinero, tu espacio y los recursos de nuestro ecosistema. [...]
En el libro 'Lo que de verdad importa' puedes leer este capítulo completo, así como otros 16 capítulos ilustrados por Berta Delgado, que marcan los que deberían ser los pilares de nuestra vida (respeto, alimentación, respiración, salud física, libertad de elección, serenidad, equilibrio energético, positivismo, actividad física, hábitos de consumo consciente...), explicados desde la naturalidad y la esencia del ser humano, y ofreciéndonos sencillos consejos prácticos para conseguir ser más libres y alcanzar la felicidad con nosotros mismos, gracias a nosotros mismos y respetando nuestro entorno.