Hoy estamos expuestos a multitud de sustancias químicas que pueden dañarnos si no las depuramos correctamente, por ejemplo, los medicamentos, los pesticidas y hormonas de los alimentos, los residuos metálicos en los alimentos, bebidas o medioambiente, etc... todo esto es 'filtrado' por nuestro hígado, que queda dañado y 'agotado' por el sobreesfuerzo continuo. A estas tareas “comunes” del hígado, hay que añadirle, en muchos casos, la saturación alcohólica a la que es expuesto.
El cardo mariano, (Silybum marianum) o cardo santo, es utilizado desde hace más de 2000 años para ayudar en afecciones hepáticas y de vesícula biliar. Se utilizan sus raíces, tallos y hojas, de donde se extrae silimarina. La silimarina está compuesta por unos activos llamados “flavonoides”: silibina, silidianina y silicristina, todos ellos forman la silimarina.
La silimarina se utiliza en muchos casos como “protector” del hígado ante los excesos a los que pueda ser sometido (por ejemplo una borrachera), ya que actúa como antioxidante y ayuda a regenerar las células hepáticas, por esto último, el cardo mariano es utilizado también como “regenerador” del hígado, por eso es un complemento ideal para tratamientos de hepatopatías. También aumenta la solubilidad de la bilis (que ayuda a eliminar las toxinas del cuerpo), por eso puede ayudar a prevenir o tratar los cálculos biliares.
El hígado es uno de los órganos más importantes del cuerpo ya que es 'vital' lo que significa que sin él no podríamos sobrevivir. Entre otras funciones vitales y únicas, el hígado “desintoxica” y depura la sangre de nuestro organismo, convirtiendo las sustancias nocivas en inocuas. Realiza síntesis de proteínas (para la sangre), hormonas, almacena vitaminas, procesa los carbohidratos y produce la bilis necesaria para la digestión. Por eso un déficit en el rendimiento hepático puede producir trastornos digestivos, autoinmunes, hormonales, nutricionales, etc.