Quizá hayas oído hablar de la dieta disociada entre la avalancha de dietas de adelgazamiento con más o menos 'fama', pero lo cierto es que la dieta disociada no es una dieta como las demás, sino que se trata de una forma de vida en la que aprendemos a alimentarnos correctamente, a combinar los alimentos y a tomar conciencia de lo que ingerimos y cómo lo ingerimos, todo ello para conseguir un organismo sano, limpio y depurado, con buen equilibrio energético y un peso y volumen saludables.
Tomar conciencia de nuestra alimentación
Es muy importante en nuestra vida tomar conciencia de nuestra alimentación y de los tipos de alimentos que ofrecemos a nuestro organismo.
Los nutrientes de los alimentos formarán parte de nuestro cuerpo de una forma literal, es decir, se convertirán en los “ladrillos” que conforman nuestra estructura, y por lo tanto, debemos asegurarnos unos “ladrillos” de buena calidad, fuertes, variados y suficientes.
La alimentación es la clave principal de nuestra salud, tanto es así que la mala alimentación es la principal causa de enfermedad de nuestra sociedad, aunque a veces no queramos verlo o reconocerlo. Si nos alimentamos correctamente estaremos sanos, sino irremediablemente enfermaremos de múltiples formas diferentes y no habrá medicamento que nos cure hasta que no corrijamos el problema de base: la mala alimentación.
Enfermedades relacionadas con la mala alimentación:
- Hipertensión
- Sobrepeso
- Falta de energía
- Retención de líquidos
- Varices, hemorroides
- Estreñimiento
- Algunos trastornos emocionales
- Jaquecas, migrañas
- Afecciones de la piel
- Cáncer
- Afecciones respiratorias (exceso de mucosa, falta de oxígeno)
- Inflamación de las articulaciones
- Cálculos hepáticos y biliares
- Infecciones por hongos (muy típicas cuando sufrimos acidosis)
- Enfermedades autoinmunes
- Etc.
Distinguir cada tipo de alimento
Debemos aprender a distinguir a qué grupo pertenece cada alimento, si pertenece al grupo de las proteínas, de los hidratos o de las grasas, así como su contenido en fibra, vitaminas o sales minerales (oligoelementos).
También debemos distinguir la calidad del alimento, ya que existen carbohidratos de “buena calidad” por así decirlo, como el pan integral, el arroz o la pasta, e hidratos de carbono de “mala calidad”, como los bollos o la panadería refinada, llena de azúcares refinados, grasas saturadas y aditivos, y sin fibra natural.
Con las grasas ocurre lo mismo, existen grasas muy saludables, como los aceites vegetales puros (aceite de oliva virgen), las pipas de girasol o calabaza, o los frutos secos, y por otro lado están los alimentos ricos en grasas saturadas (las “malas”), como los helados, los dulces, los snacks, precocinados, los chocolates, embutidos, carnes, quesos curados, etc.
Con respecto a las proteínas, tenemos carnes, pescados, embutidos, mariscos, lácteos, huevos, algas, soja, etc. Las proteínas más saludables y las más fáciles de digerir por nuestro organismo son las proteínas vegetales (soja, espirulina, chlorella) y los alimentos muy ricos en aminoácidos (las proteínas están formadas por aminoácidos), como las legumbres, los cereales integrales, en especial la quinoa, la cebada, el arroz integral, los frutos secos, las semillas, las setas, y en general todas las verduras poco cocinadas o crudas (pimientos, brócoli, remolacha, espinacas...).
Adecuar nuestra ingesta a nuestra evacuación y nuestro consumo
El equilibrio es fundamental en todos los aspectos de nuestra vida, y lo mismo ocurre en la alimentación: debemos mantener el equilibrio entre lo que ingerimos y evacuamos y entre lo que ingerimos y consumimos.
Sabemos por ejemplo que un informático, o una persona sedentaria que pasa sentado 8-10 horas al día no deberá ingerir la misma cantidad de alimentos que un entrenador deportivo o un fisioterapeuta.
Por muy bien que elijamos nuestros alimentos y muy bien que los combinemos, si ingerimos más de lo que necesitamos, el exceso de calorías se acumulará en forma de grasa ya que es la forma en que nuestro metabolismo procesa el exceso de energía.
Por otro lado, si no eliminamos correctamente los residuos cada día, y en suficiente cantidad, por muy bien que nos alimentemos estaremos produciendo intoxicación y putrefacción por la acumulación de residuos en nuestro intestino, por eso tan importante es ingerir lo que necesitamos como eliminar lo que sobra.
Aprender a combinar alimentos
Uno de los pilares de la dieta disociada está basado en aprender a combinar correctamente los alimentos, ya que nuestro organismo no digiere igual la carne, que un tomate o un trozo de pan.
Ejemplo1: ¿qué pasa si comemos carne con patatas o con pan?
- La carne pertenece al grupo de las proteínas y además tiene un muy alto contenido en grasa.
- Las patatas o el pan pertenecen al grupo de los hidratos de carbono.
Para digerir la carne, nuestro organismo ha de segregar unos jugos gástricos específicos, y entran en juego unas enzimas digestivas específicas que sólo actúan en un entorno específico (en un pH específico). Para digerir correctamente la carne necesitamos de la enzima pepsina, que la segrega nuestro estómago para metabolizar (romper, digerir) las proteínas de la carne. La pepsina sólo actúa en un entorno ácido.
Para digerir las patatas o el pan, necesitamos unos jugos gástricos diferentes a los de la carne, y que actúen unas enzimas diferentes (ptialina, amilasa, maltasa...). Estas enzimas necesitan de un entorno con pH alcalino.
Por lo tanto, si ingerimos carne junto con pan o pasta o patatas, los hidratos de carbono se quedarán sin digerir, porque el entorno ácido que segrega nuestro organismo para digerir la carne, destruye literalmente las enzimas necesarias para metabolizar los carbohidratos.
Ejemplo2: ¿qué pasa si tomamos una macedonia de postre?
La fruta se digiere muy fácilmente, y prácticamente pasa directamente a los intestinos donde es metabolizada. Cuando después de una comida suficiente nos tomamos una macedonia, esta no será digerida correctamente produciendo putrefacción, ya que se verá envuelta en el resto de jugos más o menos ácidos necesarios para digerir la comida y no podrá pasar a los intestinos, teniendo que “esperar su turno digestivo”, produciéndose mientras tanto su fermentación (que a la vez produce gases entre otras cosas).
Tampoco deberemos tomar un dulce de postre (flan, tarta, natillas...), ni un café o infusión con azúcar...
¿Y qué pasa si combinamos mal y no digerimos bien?
Lo que ocurre cuando los alimentos no son digeridos correctamente por nuestro organismo, por nuestras enzimas y jugos, es que entran en juego nuestras bacterias digestivas, que terminan el trabajo degradando estos alimentos, a la vez que crean fermentación, putrefacción, gases y residuos tóxicos.
Cuando después de una comida nos sentimos bajos de energía, llenos de gases, cólicos o acidez, es porque hemos combinado mal los alimentos, o hemos ingerido alimentos de mala calidad llenos de grasas saturadas, azúcares refinados, aditivos y tóxicos.
Las malas digestiones en mas o menos tiempo producirán:
- Intoxicación en nuestro organismo
- Obstrucción en los intestinos (estreñimiento, intoxicación, etc.)
- Cálculos renales, biliares, pancreáticos, hepáticos...
- Agotamiento de órganos vitales, como el hígado que sufrirá un sobreesfuerzo
- Fallos en el sistema linfático, que se verá saturado y no podrá eliminar todos los residuos tóxicos, por lo que llegará la retención de líquidos.
- Fallos en el sistema circulatorio, ya que las arterias se verán obstruidas por el colesterol, lo que deriva en hipertensión, fallos cardíacos, infartos cerebrales, etc.
- Inflamación en las articulaciones, por la acumulación de ácidos y tóxicos.
- Desnutrición, ya que por mucha cantidad de alimento que ingiramos, nuestro cuerpo no obtendrá los nutrientes necesarios, por lo tanto nos sentiremos cansados, con ánimo bajo y con cualquier problema derivado de la falta de vitaminas, oligoelementos, aminoácidos, fibra, etc.
- Nuestra sangre se acidificará. Esta es una de las consecuencias más graves, ya que si nuestra sangre se torna con un pH ácido, nuestras células tendrán carencia de oxígeno, lo que conlleva a un envejecimiento prematuro a una degradación rápida y grave de nuestros tejidos, que suele derivar en enfermedades graves como el cáncer.
Nos guste más o menos, es un hecho que la alimentación es responsable principal de nuestra salud, por eso, aunque a veces queramos compensar la mala alimentación con suplementos alimenticios, medicamentos o terapias, nada compensará los perjuicios de una mala alimentación, ya que afectará a todas y cada una de las células de nuestro cuerpo y sus complejas funciones. Debemos tener claro que no existe ninguna planta medicinal, ni medicamento, ni suplemento capaz de arreglar los desastres que producen en nuestro organismo una mala alimentación.
Os animamos a cambiar la forma de alimentaros y a seguir ciertas reglas fáciles, lógicas y sencillas, que poco a poco formarán parte de nuestra vida y nos ayudarán a disfrutar de salud, energía, belleza natural y mejor ánimo.