Si eres de la generación de los 80 o los 90, seguramente recordarás cuando tu madre o abuela te ponía una cucharadita de polen en el yogur si comías mal y te obligaba a tomar unas ampollas de jalea real cuando tenías exámenes en el instituto, y es que ellas bien sabían que los regalos de las abejas han sido un complemento ideal para nuestra salud. Tanto es así que hoy en día se siguen descubriendo nuevas sustancias del polen con propiedades beneficiosas para nuestra salud.
Antes de nada queremos destacar que el polen de abeja es un alimento, no un medicamento, lo que ya le confiere una ventaja considerable ante la mayoría de las sustancias que podemos ingerir para mejorar nuestra salud, ya que se asimila fácilmente por nuestro organismo, pasa rápidamente al torrente sanguíneo sin apenas digestión, es altamente nutritivo y antioxidante, sin apenas toxicidad o efectos adversos y además su elaboración es altamente sostenible, especialmente si elegimos polen procedente de apicultura orgánica y ecológicamente responsable. Por todo esto cabe considerar que por mucho que se esfuercen los laboratorios farmacéuticos más modernos, con los ingredientes sintéticos más caros, a día de hoy no pueden igualar la eficacia, la calidad y sencillez del polen de abeja.
Es una sustancia natural que elaboran las abejas en su panal para alimentarse, por lo que se suele conocer también como “pan de abejas”. Lo elaboran a partir del polen de las plantas, que mezclan con sustancias que segregan las abejas para formar esos gránulos dorados a los que nos estamos refiriendo en este artículo.
El polen de abeja contiene:
En naturopatía está recomendado continuar un tratamiento con polen al menos durante 2 meses para valorar su efecto y obtener una mejoría profunda, comenzando con dosis pequeñas para ir aumentando paulatinamente hasta la cantidad diaria recomendada.
Se recomienda tomar 2 ó 3 cucharaditas al día en adultos, 1 cucharadita al día en niños de 5 a 12 años, media cucharadita al día en niños de 3 a 5 años y ¼ de cucharita al día para niños de 1 a 3 años. No obstante, en determinadas ocasiones y con supervisión de un especialista, se puede aumentar la dosis a 2 cucharadas soperas al día, en casos de malnutrición, anemia, prostatitis, etc.
El polen lo encontramos en su forma natural de gránulos, que es la más indicada para su consumo, sobre todo si no ha sido sometido a refinamientos o mucha manipulación. Cuanto más fresco, crudo y natural sea, mejores propiedades obtendremos.
Es ideal tomar el polen fresco antes de las comidas, solo con agua o mezclado con infusiones, yogur, cereales de desayuno, macedonia de frutas frescas, zumo recién exprimido, batidos, mezclado con miel, compotas o mermeladas, con manteca de coco BIO, kéfir o leche caliente vegetal (avena por ejemplo). Combina perfectamente con la miel y la jalea real, aumentando y complementando su poder terapéutico.
El polen se considera un alimento prácticamente inocuo. Pueden tomarlo las personas diabéticas de tipo I y II, los niños y las mujeres embarazadas, siempre que el polen ingerido sea de buena calidad.
Se recomienda precaución en personas alérgicas al polen, ya que en estos casos existe una gran controversia: en muchos casos se ha observado que la toma de polen en pequeñas dosis durante mucho tiempo tiene un efecto preventivo y curativo para casos de alergia estacional (al polen de plantas), realizando un cierto “efecto vacuna”, no obstante, en casos de asma severa alérgica, está desaconsejado el consumo de polen de abeja.
La jalea real es una sustancia muy apreciada en todo el mundo por sus inmejorables propiedades para el organismo y desde casi el principio de nuestros días. Proviene de unas partículas que segregan las abejas obreras jóvenes para alimentar a las larvas durante sus tres primeros días de vida; sólo la abeja reina y las larvas de las celdas reales continúan alimentándose de jalea real. Gracias a la jalea real, la abeja reina consigue alcanzar un tamaño que duplica al resto de las abejas, además pudiendo llegar a vivir hasta los 5 años, mientras la esperanza de vida de una abeja obrera no suele superar los 2 meses.
Las abejas obreras salen de sus colmenas en busca de alimentos para toda la comunidad, polen y néctar, los procesan con su saliva y los almacenan en los panales. Este proceso de recolección desencadena la polinización de la mayor parte de los alimentos vegetales que comemos, por lo que estos pequeños insectos no sólo fabrican unos productos muy valorados sino que, de forma natural, provocan la reproducción de las plantas, y son así una parte fundamental de nuestra biodiversidad y nuestro equilibrio medioambiental.
La apicultura es la actividad agropecuaria por la que se crían abejas del género Apis con el fin de recolectar los productos que éstas elaboran: Miel, Jalea Real y Propóleo.
Para adquirir todas las propiedades de estos productos es recomendable comprarlos en establecimientos especializados, que aseguren que su proceso de elaboración es natural y ecológico y dejarnos aconsejar sobre qué productos tomar y la duración de los tratamientos para que nuestro organismo los asimile mejor.
Actualmente las abejas obreras se están muriendo en masa y los científicos no logran aclarar la causa, pero los apicultores defienden que el uso de pesticidas, la calidad del polen y el cambio climático está incidiendo en la salud de las colmenas. Y es que ya Einstein advirtió sobre el futuro de un planeta sin abejas con esta frase que se le atribuye: 'si la abeja desapareciera de la tierra, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida: sin abejas no hay polinización, ni plantas, ni animales, ni hombres.'