Nuestro organismo funciona como un perfecto equipo poniendo en alerta todo nuestro organismo para protegernos del peligro: nos preparar para luchar, correr, cicatrizar... el problema es que hoy en día los peligros que nos austan no los podemos afrontar corriendo, y el estrés que sentimos se vuelve prácticamente crónico.
La melatonina y la serotonina son dos hormonas imprescindibles para nuestro bienestar.
El contacto de nuestra piel con la piel de otra persona o animal nos transmite mil sensaciones a la vez, y la suma de todas esas sensaciones nos transmitirán calma.
Este dulce gesto, según maduramos va quedando relegado al terreno sexual lo que nos hace perder esta forma de contacto tan sencilla como emocionante.
Nuestro cuerpo cuenta con aproximadamente 10 millones de sensores táctiles que recogen información tanto del interior como del exterior del cuerpo, por eso nuestra piel es el medio natural perfecto para sentir, hacer sentir y conectarnos con nuestro entorno. De hecho, puesto que "somos todo piel" y tacto puro, las caricias tienen un gran poder sobre nosotros: no solo nos despierta sentimientos, sensaciones y conexiones, sino que nos relaciona con otras personas.
Son muchos los estudios que han concluido el poder terapéutico de las caricias, pero el resultado más llamativo o citado es el que refleja el hecho de que un bebé que no es acariciado tiene grandes probabilidades de no superar sus 5 primeros años de vida.
Acaricia a tu pareja con dulzura, acaricia a tu hijo, a tu madre, acariciate el pelo, acaricia las manos de tu abuela... y como no, acaricia a tu perro o gato todos los días un ratito. Acariciar supone un bien mutuo, ya que es tan placentero recibir caricias como darlas. Los estímulos que proporcionamos con este simple gesto producirán una relajación inmediata, un descanso para los sentidos que estarán centrados casi en exclusividad en la mano que acaricia.
Si observamos, los niños que han recibido cariño y tienen necesidad de expresar lo mismo acarician sin pudor la cara de sus padres, a sus abuelos, acarician a las mascotas o se mecen el pelo, es algo instintivo e intuitivo, pero según nos hacemos mayores vamos sustituyendo esos gestos por otros que nunca podrán sustituir la sensación de una dulce caricia en la mejilla.