Si para ti como para muchos de nuestra generación las algas son solo eso viscoso que hay que apartar mientras braceas en la playa o parte del escenario de La Sirenita, hoy vamos a ver por qué a día de hoy las algas ocupan un espacio destacado en herbolarios, recetas de chefs estrella y recomendaciones de nutricionistas.
Las algas han irrumpido con fuerza en nuestro escenario diario gracias a que varios estudios e informes de la OMS y la ONU las han revelado como un alimento extraordinario desde el punto de vista nutricional, tanto es así que, aunque para nosotros es una novedad gastronómica, en otras culturas como en las asiáticas las algas son un ingrediente tan cotidiano como para nosotros la cebolla. Esto se debe en gran parte a que las algas comestibles son una gran fuente de nutrientes por un bajo precio económico y medioambiental ya que se obtienen fácilmente en zonas costeras, por lo que resulta curioso que en España no se haya popularizado hasta ahora el consumo de estos estupendos "vegetales marinos".
A pesar de que las algas se asocian a culturas asiáticas (quizá porque mantienen nombres asiáticos donde son más populares), en el Atlántico contamos con una variedad de algas comestibles extraordinarias, tanto que Galicia es una de las comunidades autónomas españolas que más está apostando por la difusión y obtención de estas verduras marinas y sus estupendas propiedades para nuestra salud.
Las algas comestibles tienen en común que:
Estas son algas atlánticas que podemos encontrar fácilmente en herbolarios y supermercados:
Aunque se pueden conseguir frescas, en conserva, es más fácil encontrarlas deshidratadas, por lo que para utilizarlas en ensaladas, se suelen dejar en remojo 30 minutos antes de añadirlas, teniendo en cuenta que aumentan mucho su tamaño al hidratarse. Para hidratarlas solo se necesita agua fresca y si se desea un poquito de sal. El agua de hidratación de las algas se puede guardar para añadirla a sopas y guisos.
También se pueden cocinar directamente desecadas, al vapor, añadidas a guisos, cremas, arroces, platos de pescado, legumbres, pasta… Se recomienda utilizar poca cantidad al principio, hasta familiarizarse con el producto, ya que en general aportan mucho sabor. En el caso de usarlas directamente deshidratadas hay que tener en cuenta que absorberán agua, por lo que habrá que añadir un poquito más de agua o líquido de lo utilizado en la receta sin algas. También hay que considerar que aumentarán su tamaño.
También se consumen secas y trituradas como condimento en polvo.
Pero si no terminas de acostumbrarte a su sabor y no consigues incluirlas en tus platos, también puedes consumir algas en forma de suplementos, con mayor concentración y propiedades terapéuticas: Fucus, Espirulina, Chlorella.
Si eres de la generación de los 80 o los 90, seguramente recordarás cuando tu madre o abuela te ponía una cucharadita de polen en el yogur si comías mal y te obligaba a tomar unas ampollas de jalea real cuando tenías exámenes en el instituto, y es que ellas bien sabían que los regalos de las abejas han sido un complemento ideal para nuestra salud. Tanto es así que hoy en día se siguen descubriendo nuevas sustancias del polen con propiedades beneficiosas para nuestra salud.
Antes de nada queremos destacar que el polen de abeja es un alimento, no un medicamento, lo que ya le confiere una ventaja considerable ante la mayoría de las sustancias que podemos ingerir para mejorar nuestra salud, ya que se asimila fácilmente por nuestro organismo, pasa rápidamente al torrente sanguíneo sin apenas digestión, es altamente nutritivo y antioxidante, sin apenas toxicidad o efectos adversos y además su elaboración es altamente sostenible, especialmente si elegimos polen procedente de apicultura orgánica y ecológicamente responsable. Por todo esto cabe considerar que por mucho que se esfuercen los laboratorios farmacéuticos más modernos, con los ingredientes sintéticos más caros, a día de hoy no pueden igualar la eficacia, la calidad y sencillez del polen de abeja.
Es una sustancia natural que elaboran las abejas en su panal para alimentarse, por lo que se suele conocer también como “pan de abejas”. Lo elaboran a partir del polen de las plantas, que mezclan con sustancias que segregan las abejas para formar esos gránulos dorados a los que nos estamos refiriendo en este artículo.
El polen de abeja contiene:
En naturopatía está recomendado continuar un tratamiento con polen al menos durante 2 meses para valorar su efecto y obtener una mejoría profunda, comenzando con dosis pequeñas para ir aumentando paulatinamente hasta la cantidad diaria recomendada.
Se recomienda tomar 2 ó 3 cucharaditas al día en adultos, 1 cucharadita al día en niños de 5 a 12 años, media cucharadita al día en niños de 3 a 5 años y ¼ de cucharita al día para niños de 1 a 3 años. No obstante, en determinadas ocasiones y con supervisión de un especialista, se puede aumentar la dosis a 2 cucharadas soperas al día, en casos de malnutrición, anemia, prostatitis, etc.
El polen lo encontramos en su forma natural de gránulos, que es la más indicada para su consumo, sobre todo si no ha sido sometido a refinamientos o mucha manipulación. Cuanto más fresco, crudo y natural sea, mejores propiedades obtendremos.
Es ideal tomar el polen fresco antes de las comidas, solo con agua o mezclado con infusiones, yogur, cereales de desayuno, macedonia de frutas frescas, zumo recién exprimido, batidos, mezclado con miel, compotas o mermeladas, con manteca de coco BIO, kéfir o leche caliente vegetal (avena por ejemplo). Combina perfectamente con la miel y la jalea real, aumentando y complementando su poder terapéutico.
El polen se considera un alimento prácticamente inocuo. Pueden tomarlo las personas diabéticas de tipo I y II, los niños y las mujeres embarazadas, siempre que el polen ingerido sea de buena calidad.
Se recomienda precaución en personas alérgicas al polen, ya que en estos casos existe una gran controversia: en muchos casos se ha observado que la toma de polen en pequeñas dosis durante mucho tiempo tiene un efecto preventivo y curativo para casos de alergia estacional (al polen de plantas), realizando un cierto “efecto vacuna”, no obstante, en casos de asma severa alérgica, está desaconsejado el consumo de polen de abeja.
La amplia gama de vegetales, aporta todos los nutrientes necesarios para la vida y la salud del ser humano, evitando los tóxicos de los productos cárnicos, por eso una dieta vegetariana puede ser una muy buena opción, siempre que se tengan en cuenta ciertas premisas:
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