Quizá hayas oído hablar de la dieta disociada entre la avalancha de dietas de adelgazamiento con más o menos 'fama', pero lo cierto es que la dieta disociada no es una dieta como las demás, sino que se trata de una forma de vida en la que aprendemos a alimentarnos correctamente, a combinar los alimentos y a tomar conciencia de lo que ingerimos y cómo lo ingerimos, todo ello para conseguir un organismo sano, limpio y depurado, con buen equilibrio energético y un peso y volumen saludables.
Es muy importante en nuestra vida tomar conciencia de nuestra alimentación y de los tipos de alimentos que ofrecemos a nuestro organismo.
Los nutrientes de los alimentos formarán parte de nuestro cuerpo de una forma literal, es decir, se convertirán en los “ladrillos” que conforman nuestra estructura, y por lo tanto, debemos asegurarnos unos “ladrillos” de buena calidad, fuertes, variados y suficientes.
La alimentación es la clave principal de nuestra salud, tanto es así que la mala alimentación es la principal causa de enfermedad de nuestra sociedad, aunque a veces no queramos verlo o reconocerlo. Si nos alimentamos correctamente estaremos sanos, sino irremediablemente enfermaremos de múltiples formas diferentes y no habrá medicamento que nos cure hasta que no corrijamos el problema de base: la mala alimentación.
Enfermedades relacionadas con la mala alimentación:
Debemos aprender a distinguir a qué grupo pertenece cada alimento, si pertenece al grupo de las proteínas, de los hidratos o de las grasas, así como su contenido en fibra, vitaminas o sales minerales (oligoelementos).
También debemos distinguir la calidad del alimento, ya que existen carbohidratos de “buena calidad” por así decirlo, como el pan integral, el arroz o la pasta, e hidratos de carbono de “mala calidad”, como los bollos o la panadería refinada, llena de azúcares refinados, grasas saturadas y aditivos, y sin fibra natural.
Con las grasas ocurre lo mismo, existen grasas muy saludables, como los aceites vegetales puros (aceite de oliva virgen), las pipas de girasol o calabaza, o los frutos secos, y por otro lado están los alimentos ricos en grasas saturadas (las “malas”), como los helados, los dulces, los snacks, precocinados, los chocolates, embutidos, carnes, quesos curados, etc.
Con respecto a las proteínas, tenemos carnes, pescados, embutidos, mariscos, lácteos, huevos, algas, soja, etc. Las proteínas más saludables y las más fáciles de digerir por nuestro organismo son las proteínas vegetales (soja, espirulina, chlorella) y los alimentos muy ricos en aminoácidos (las proteínas están formadas por aminoácidos), como las legumbres, los cereales integrales, en especial la quinoa, la cebada, el arroz integral, los frutos secos, las semillas, las setas, y en general todas las verduras poco cocinadas o crudas (pimientos, brócoli, remolacha, espinacas...).
El equilibrio es fundamental en todos los aspectos de nuestra vida, y lo mismo ocurre en la alimentación: debemos mantener el equilibrio entre lo que ingerimos y evacuamos y entre lo que ingerimos y consumimos.
Sabemos por ejemplo que un informático, o una persona sedentaria que pasa sentado 8-10 horas al día no deberá ingerir la misma cantidad de alimentos que un entrenador deportivo o un fisioterapeuta.
Por muy bien que elijamos nuestros alimentos y muy bien que los combinemos, si ingerimos más de lo que necesitamos, el exceso de calorías se acumulará en forma de grasa ya que es la forma en que nuestro metabolismo procesa el exceso de energía.
Por otro lado, si no eliminamos correctamente los residuos cada día, y en suficiente cantidad, por muy bien que nos alimentemos estaremos produciendo intoxicación y putrefacción por la acumulación de residuos en nuestro intestino, por eso tan importante es ingerir lo que necesitamos como eliminar lo que sobra.
Uno de los pilares de la dieta disociada está basado en aprender a combinar correctamente los alimentos, ya que nuestro organismo no digiere igual la carne, que un tomate o un trozo de pan.
Ejemplo1: ¿qué pasa si comemos carne con patatas o con pan?
- La carne pertenece al grupo de las proteínas y además tiene un muy alto contenido en grasa.
- Las patatas o el pan pertenecen al grupo de los hidratos de carbono.
Para digerir la carne, nuestro organismo ha de segregar unos jugos gástricos específicos, y entran en juego unas enzimas digestivas específicas que sólo actúan en un entorno específico (en un pH específico). Para digerir correctamente la carne necesitamos de la enzima pepsina, que la segrega nuestro estómago para metabolizar (romper, digerir) las proteínas de la carne. La pepsina sólo actúa en un entorno ácido.
Para digerir las patatas o el pan, necesitamos unos jugos gástricos diferentes a los de la carne, y que actúen unas enzimas diferentes (ptialina, amilasa, maltasa...). Estas enzimas necesitan de un entorno con pH alcalino.
Por lo tanto, si ingerimos carne junto con pan o pasta o patatas, los hidratos de carbono se quedarán sin digerir, porque el entorno ácido que segrega nuestro organismo para digerir la carne, destruye literalmente las enzimas necesarias para metabolizar los carbohidratos.
Ejemplo2: ¿qué pasa si tomamos una macedonia de postre?
La fruta se digiere muy fácilmente, y prácticamente pasa directamente a los intestinos donde es metabolizada. Cuando después de una comida suficiente nos tomamos una macedonia, esta no será digerida correctamente produciendo putrefacción, ya que se verá envuelta en el resto de jugos más o menos ácidos necesarios para digerir la comida y no podrá pasar a los intestinos, teniendo que “esperar su turno digestivo”, produciéndose mientras tanto su fermentación (que a la vez produce gases entre otras cosas).
Tampoco deberemos tomar un dulce de postre (flan, tarta, natillas...), ni un café o infusión con azúcar...
Lo que ocurre cuando los alimentos no son digeridos correctamente por nuestro organismo, por nuestras enzimas y jugos, es que entran en juego nuestras bacterias digestivas, que terminan el trabajo degradando estos alimentos, a la vez que crean fermentación, putrefacción, gases y residuos tóxicos.
Cuando después de una comida nos sentimos bajos de energía, llenos de gases, cólicos o acidez, es porque hemos combinado mal los alimentos, o hemos ingerido alimentos de mala calidad llenos de grasas saturadas, azúcares refinados, aditivos y tóxicos.
Las malas digestiones en mas o menos tiempo producirán:
Nos guste más o menos, es un hecho que la alimentación es responsable principal de nuestra salud, por eso, aunque a veces queramos compensar la mala alimentación con suplementos alimenticios, medicamentos o terapias, nada compensará los perjuicios de una mala alimentación, ya que afectará a todas y cada una de las células de nuestro cuerpo y sus complejas funciones. Debemos tener claro que no existe ninguna planta medicinal, ni medicamento, ni suplemento capaz de arreglar los desastres que producen en nuestro organismo una mala alimentación.
Os animamos a cambiar la forma de alimentaros y a seguir ciertas reglas fáciles, lógicas y sencillas, que poco a poco formarán parte de nuestra vida y nos ayudarán a disfrutar de salud, energía, belleza natural y mejor ánimo.
Debido al gran aumento de población con alergias y otras enfermedades más o menos graves, la cortisona se ha convertido en un medicamento clave en nuestra sociedad, pero como tantos otros medicamentos sintéticos, no está exento de controversia y daños adversos que debemos tener muy en cuenta sobre todo antes de la administración en niños y organismos débiles, ya que se relaciona el uso de estos fármacos directamente con la osteoporosis, déficit de crecimiento infantil, déficit del sistema inmune, insomnio, cataratas, gastritis, hipertensión, etc.
Los corticoides o corticoesteroides son un grupo de hormonas del grupo de los esteroides que segrega nuestro organismo de forma natural. Se producen en las glándulas suprarrenales (situadas encima de cada riñón), y su producción está controlada por una parte de nuestro cerebro llamada hipófisis. Recordemos que la hipófisis o glándula pituitaria (que depende del hipotálamo) se encarga de regular la secreción de hormonas fundamentales para nuestro organismo, como la ACTH que estimula la corteza suprarrenal para que produzca hormonas como los esteroides.
Tanto el cortisol como la cortisona son hormonas del grupo de los corticoides (esteroides), que se generan a partir del colesterol, y como hemos dicho, se forman en las glándulas suprarrenales.
Aunque cada una de estas dos hormonas tiene actividades específicas, podríamos resumir así sus funciones en nuestro organismo:
En resúmen: el cortisol (o hidrocortisol) es una hormona del grupo de los glucocorticoides que deriva del colesterol y es segregada por las glándulas suprarrenales. Actúa en casos de estrés o peligro para el organismo. Su función principal es incrementar el nivel de azúcar en sangre para propiciar que el cuerpo obtenga energía suficiente en caso de emergencia. A la vez provoca que el sistema inmune se “adormezca” con la intención de “ahorrar recursos inmunológicos” para dar una respuesta eficaz ante la amenaza que nos ataca o se intuye (irreal en caso de estrés emocional).
Sin duda, los corticoides como medicamentos han supuesto un gran avance en la medicina y su aplicación en muchos casos puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte, ya que ante una crisis inflamatoria grave puede salvarnos la vida. No obstante, es un medicamento que sin una buena supervisión puede resultar peligroso y tiene muchos efectos secundarios variados por lo que deberían tomarse solo en casos de extrema necesidad, como crisis agudas, y por periodos cortos y controlados en el tiempo.
No todos los antiinflamatorios esteroideos actúan igual, ya que por ejemplo algunos medicamentos con corticoides para aliviar la rinitis aguda suelen tener un efecto más controlado y localizado que los corticoides orales, por tanto, resultan menos desequilibrantes para nuestro organismo.
Algunos medicamentos sintéticos basados en corticoides reciben el nombre de dexametasona, prednisolona, hidrocortisona o metilprednisolona.
Se utilizan para tratar alergias, dolencias inflamatorias como la artritis, afecciones de la piel de causas desconocidas como la psoriasis, enfermedades autoinmunes como el lupus, también como broncodilatador en casos de asma, como descongestionante nasal en caso sinusitis o para prevenir rechazos en transplantes de órganos, entre otras cosas.
Debemos destacar que estos medicamentos no curan, sino que neutralizan los síntomas o las molestias de la enfermedad, que pueden ser leves, moderados, graves o mortales.
Por otro lado, hemos de saber nuestro cuerpo cuenta con mecanismos de autocuración para casi todo tipo de enfermedades, ya que tenemos un sistema inmune muy evolucionado y poderoso, siempre que se cuide como es debido y se le permita actuar. “Tapar” los síntomas de una enfermedad a cualquier precio, debilitando o desequilibrando nuestro organismo, seguramente nos producirá más enfermedad a corto o largo plazo. Tengamos en cuenta también que una buena alimentación y la prevención es el mejor medicamento con el que contamos, y además existen otros métodos paliativos o curativos alternativos a la farmacopea, que si bien no actúan tan rápidamente como los corticoides sintéticos, pueden ayudarnos a sobrellevar los incómodos síntomas y a la larga protegerán nuestra salud e incluso eliminarán la enfermedad.
Los problemas con la administración de corticoides sintéticos pueden derivar tanto de su uso como de su abandono, es decir por el “efecto rebote” que causa en nuestro organismo.
Tanto la cortisona como el cortisol son hormonas necesarias y vitales en nuestro organismo, y su cantidad en sangre es regulada por un complejo sistema que controla el hipotálamo (en el cerebro). Cuando ese equilibrio se ve roto, literalmente puede ocurrir cualquier cosa con nuestras funciones corporales.
Debemos insistir en que los mecanismos de equilibrio hormonal en nuestro organismo son muy delicados, exactos y complejos, tanto que aún no se conocen bien a pesar de numerosos estudios, pero lo que está claro es que una vez se produce el desequilibrio por exceso o defecto de una hormona, volver a recuperar la armonía es muy difícil y conlleva muchos trastornos.
El 'efecto rebote' se produce porque cuando administramos corticoides de forma artificial, nuestro organismo deja de segregarlos o producirlos intentando mantener el equilibrio natural, por eso no se pueden dejar de administrar estos medicamentos “de golpe”, ya que nuestro cuerpo se vería desprovisto de estas necesarias hormonas de un momento a otro, lo que produciría graves síntomas.
En la mayoría de los casos, y dependiendo del estado de salud o la fortaleza de cada organismo, aunque vayamos disminuyendo la dosis de corticoides artificiales poco a poco siguiendo las recomendaciones médicas, se suelen sufrir efectos secundarios más o menos graves ya que ningún médico ni industria farmacéutica podrá definir con exactitud las necesidad que tiene nuestro organismo de estas hormonas en cada momento determinado, por lo que será muy fácil sobrepasar o no llegar a cubrir esas necesidades, produciéndose en consecuencia desequilibrio y enfermedad.
Hoy por hoy es muy común que los médicos receten corticoides para tratar por ejemplo dermatitis en los niños o incluso bebés. Sobra decir los riesgos que suponen para el niño estas prácticas, ya que puede alterar su sistema inmunológico por mucho tiempo, y por supuesto alterar su equilibrio hormonal por mucho que se sigan las recomendaciones médicas. Con esto no queremos decir que no existan casos realmente graves en los que la administración de corticoides esté justificada, pero desde luego no en todos los casos. Es muy común encontrarse con niños de menos de un año de edad con problemas de dermatitis, alergias o asma, a los que además se les suman otros problemas en su sistema inmunológico, problemas de crecimiento y otros tantos, derivados por los tratamientos con corticoides que se les administraron para aliviar una versión incipiente y leve de lo que tiempo después se ha convertido en un trastorno grave. Además de causarles peligrosos efectos secundarios, seguirán con dermatitis, asma o alergia (si es que no eran producidas por circunstancias puntuales), ya que el tratamiento de corticoides que se les administró no sirve para curar dichas enfermedades, solo para aliviar el picor o la inflamación que causan.
La osteoporosis está íntimamente relacionada con el uso de corticoides sintéticos, ya que estos inhiben la absorción del calcio y provocan su expulsión. Además de la osteoporosis en adultos, el consumo de corticoides tiene relación con problemas de crecimiento en niños.
El síndrome de Addison está producido por la falta de cortisol en el organismo, produce debilidad, pérdida de peso, problemas intestinales, dolor muscular, vómitos y baja presión arterial.
El síndrome de Cushing está ocasionado por el aumento de cortisol. Produce obesidad, hipertensión, diabetes, fatiga, ansiedad, trastornos de humor, estrías, “cara de luna” y fragilidad capilar.
El uso de esteroides en algunos deportistas pueden producir estas enfermedades derivadas del desequilibrio hormonal u otras neuro-psicológicas como la anorexia o la vigorexia.
Una vez más debemos insisitir en la importancia de proteger nuestra salud por encima de todo, y el equilibrio hormonal es una parte imprescindible para mantener la salud. Existen muchos métodos alternativos a los que podemos recurrir antes de tomar corticoides, no obstante, por supuesto, debemos contar con ellos en casos graves, déficit de dichas hormonas, crisis agudas o algunas intervenciones quirúrgicas; pero en ningún caso debemos recurrir a estos fármacos de forma habitual cada vez que sintamos congestión nasal, inflamación articular, problemas respiratorios ocasionales o dermatitis moderada o leve, ya que las consecuencias pueden ser desastrosas para nuestra salud.
Siempre debemos confiar en el poder de autocuración de nuestro organismo y podemos ayudarle en su tarea fortaleciéndolo o tomando por ejemplo algunas plantas medicinales excelentes, pero si sustituimos a nuestros mecanismos de defensa naturales y anulamos nuestros sistema inmunológico no haremos sino perjudicar nuestra salud quedando expuestos a nuevas enfermedades y cada vez más graves.
Metabolismo lento o rápido, metabolismo basal, metabolismo que nos hace engordar, adelgazar, crecer, soñar o tiritar... Vamos a descubrir en qué consiste el metabolismo y por qué tiene relación con las dietas de adelgazamiento entre otras cosas.
El metabolismo es el conjunto de reacciones químicas vitales y complejas de nuestro organismo, mediante las que se consume o se genera energía. Son reacciones a nivel celular mediante las que se transforman los nutrientes obtenidos de los alimentos en el “combustible” necesario para que tengan lugar otras reacciones químicas.
La edad es un factor muy importante en el metabolismo, ya que disminuye a lo largo de la vida, es decir, un recién nacido consume el doble de energía que un anciano. El sistema endocrino es el encargado de segregar las hormonas que controlan las reacciones químicas del metabolismo, por eso una alteración en la secreciónde ciertas hormonas puede hacer que nuestro metabolismo no funcione correctamente (hiper/hipo-tiroidismo).
El ATP (Adenosín-trifosfato) es el nombre que se da a ese “combustible” o energía química necesaria para que tengan lugar todas las reacciones celulares de nuestro organismo, y el ATP se genera gracias a las calorías (1Kcal = 1000 calorías) que ingerimos de los alimentos.
Esta energía (ATP) es la base de nuestra vida, ya que hace posible que movamos nuestros músculos, que circule nuestra sangre y obtengamos calor, además de ser la responsable de la formación de nuevas células.
Las calorías que nuestro organismo no necesita consumir para generar ATP, se almacenan en forma de grasa corporal.
El metabolismo se divide en dos procesos incesantes:
Catabolismo: es la reacción química que tiene como finalidad degradar y descomponer los nutrientes (grasas, hidratos de carbono y proteínas) para obtener energía. Mediante la digestión se producen reacciones catabólicas gracias a las enzimas. Esta degradación produce sustancias de desecho que son eliminados gracias a nuestra piel, los riñones o los intestinos. El catabolismo produce ATP.
Anabolismo: es la reacción mediante la cual se forman nuevas células y moléculas complejas a partir de otras simples. Por ejemplo el anabolismo se encarga de crear proteínas o grasas útiles para nuestro organismo (a partir de grasas o proteínas obtenidas de los alimentos). Esta reacción consume ATP.
Es muy común relacionar el metabolismo con nuestra alimentación y con nuestro peso corporal, y es que en realidad tiene mucho que ver. Tal y como hemos explicado anteriormente, la “energía” (calorías) que no consumimos será almacenada por nuestro organismo, por lo que entonces es muy interesante conocer cuánta energía consume nuestro cuerpo para así saber cuánta “energía” necesitamos ingerir y esa es realmente la pregunta del millón...
Cada organismo consume una cantidad de energía para los mismos procesos, al igual que cada modelo de coche tiene un consumo diferente, por ejemplo y siguiendo con la metáfora, unos modelos de coche consumen 3 litros cada 100 kilómetros y otros consumen hasta 5 litros para los mismos 100 kilómetros. Este consumo energético en el organismo humano se valora mediante el metabolismo basal, que es la cantidad de energía consumida por una persona en estado de reposo, es decir, la energía mínima necesaria para que lata nuestro corazón, para realizar la digestión o mantener nuestra temperatura.
Cuando una persona en reposo, consume muy poca energía se dice que tiene un metabolismo (basal) lento, y será entonces una persona con más tendencia a engordar. Por el contrario, cuando el organismo de una persona en reposo consume mucha energía, se dice que tiene un metabolismo (basal) rápido, y suelen ser personas delgadas independientemente de su dieta.
Existe una fórmula basada en datos genéricos (no tiene en cuenta peculiaridades) que nos ayuda a calcular nuestro metabolismo basal:
Realizar deporte habitualmente influye considerablemente en el metabolismo, ya que si en estado de reposo un cuerpo consume por ejemplo 2000 kcal., realizando 1 hora de deporte, además de la actividad cotidiana, consumirá hasta 7000 kcal.
A pesar de la importancia de nuestro metabolismo basal, la culpa de los desórdenes en nuestro peso corporal suele ser producto de un desequilibrio entre la cantidad y calidad de alimento que ingerimos y la energía que gastamos. Según las cifras oficiales una persona de un país “desarrollado” gasta hasta 500 kcal menos al día que hace 50 años e ingiere aproximadamente 1000 kcal. más al día..., así que parece que se lo ponemos realmente difícil a nuestro metabolismo, ya que en general ingerimos mucha más cantidad de calorías de las que quemamos.
También debemos tener en cuenta que nuestro organismo tiende a adaptarse a las situaciones de crisis, por eso cuando realizamos una dieta severa, el cuerpo entiende que ha de ralentizar su gasto energético y almacenar más reservas en forma de grasa, y este es uno de los principales motivos por los que fracasan la gran mayoría de las dietas y se produce el 'efecto rebote'. Para evitar este efecto rebote o yo-yo, lo mejor es llevar una dieta sana y variada continua, como forma de vida. En caso de realizar una dieta puntual, es recomendable realizar algún exceso de vez en cuando; por ejemplo si de lunes a viernes cuidamos nuestra dieta baja en grasa y azúcar, el fin de semana es un buen momento para saltarse la dieta y darse algún que otro capricho.
Además, hay que tener en cuenta que la calidad de los alimentos de producción industrial no es la más adecuada. A parte de llevar una dieta rica en grasa animal y muy pobre en alimentos vegetales crudos (frutas y verduras), hoy en día se consume una gran cantidad de azúcar blanco refinado, presente casi en cualquier alimento procesado industrialmente, y no hay que olvidar que esta sustancia es en parte una de las responsables del problema de obesidad actual. Si prestas atención a los ingredientes de cada producto que compras en el supermercado observarás que incluso los que menos sospechas llevan azúcar, fructosa o edulcorantes artificiales, y los que no, llevan conservantes, antioxidantes, colorantes, además de residuos tóxicos procedentes de pesticidas y fertilizantes químicos. Aunque algunos de estos productos son inocuos, intervienen alterando los efectos de otras sustancias que si tienen valor nutricional.
Existen numerosos factores que afectan a nuestro peso corporal, entre ellos el metabolismo, la alimentación, los hábitos, la genética, el sexo, la edad, las horas de sueño, la salud de los órganos vitales y el sistema endocrino... y todos se deberían tener en cuenta a la hora de realizar una dieta de adelgazamiento. En general existen unos valores generales que debemos conocer para una buena nutrición, unos alimentos a evitar ya que son perjudiciales para la salud y el organismos y unas recomendaciones precisas de cómo combinar los alimentos para digerirlos mejor, pero no existen secretos o soluciones rápidas aplicables a todas las personas por igual.
El sentido común, un organismo fuerte y sano, una dieta vegetal libre de grasa en exceso, azúcar refinada, sal y alcohol y una vida activa son los principales ingredientes para mantener un peso corporal saludable.