Muchos países no tienen o no aplican ninguna legislación o regulación a cerca de sus alimentos o cultivos transgénicos, otros tienen una legislación vigente pero no la aplican, y otros siguen estudiando y promoviendo medidas que protejan a los consumidores. Básicamente la legislación al respecto está basada en el Etiquetado y Rastreabilidad, y está promovida por la Confederación de Consumidores y Usuarios (CECU). La Unión Europea y la OMS estudian y analizan los beneficios y perjuicios de la alteración genética en la alimentación, para admitir en el mercado la utilización de unos u otros productos alterados.
Una iniciativa europea en 1997 obliga a la regulación de estos productos transgénicos, haciendo que cumplan ciertos requisitos:
• Que demuestren que la alteración genética es necesaria y útil
• Que sean seguros para la salud y el medioambiente
• Que sus características se mantengan en el tiempo
• Que posean un etiquetado identificativo que deje claro que el producto ha sido modificado genéticamente o alguno de sus compuestos.
Greenpeace es uno de los organismos que más ha investigado los perjuicios de los transgénicos en seres vivos, humanos y medioambiente, y ha lanzado varias campañas e informes resultantes de investigaciones en las que han ido analizando distintos alimentos y productos de distintas marcas para declarar si cumplen la normativa de etiquetado y salubridad. Tanto Ecologistas en Acción como Greenpeace elaboran periódicamente un listado de alimentos de composición transgénica y promueven la información y el consumo de alimentos de cultivo ecológico para terminar con esta práctica.
Los alimentos transgénicos son el resultado de la manipulación genética de dichos alimentos, de esta manera, se mejoran, se añaden o eliminan algunas de sus propiedades “naturales”, quitando, añadiendo o modificando alguno de los genes de su genoma (cadena genética).
Esta alteración es estudiada y llevada a cabo por empresas de ingeniería genética y biotecnología, con el fin global de aumentar el rendimiento de los cultivos y del ganado, aumentando la productividad, disminuyendo costes y “mejorando” especies vivas. La teoría en la que se basa la alteración genética de seres vivos, dice que la humanidad ha aumentado su población exponencialmente y que no es posible aumentar la superficie cultivable para abastecer a tantos “humanos”, por lo que es conveniente modificar los vegetales y animales para que su cultivo sea más rápido y exitoso, y a la vez, mejorar sus propiedades nutritivas para combatir las carencias alimenticias de ciertas poblaciones de países pobres, en definitiva para terminar con el hambre del mundo. Aunque existen innumerables evidencias de que la seguridad es escasa, la información nula y los peligros incalculables.
Para conseguir estos resultados, la ingeniería genética investiga y transfiere por ejemplo, un gen de la nuez a la cadena genética de la soja, un gen de un pez al genoma del tomate, un gen de una bacteria al genoma del maíz, genes de vaca en la soja, genes de polilla en la manzana o genes de la rata en la lechuga (datos reales).
Los países que más cultivos transgénicos tienen son Estados Unidos, Argentina, Canadá y China, a los que se les está uniendo recientemente la India, Colombia, Honduras, y en último lugar Europa. Los alimentos vegetales modificados que más se utilizan son la Soja, el Maíz, el Algodón, el Arroz y la Colza, que son a su vez los alimentos más consumidos en todo el mundo.
Muchos estudios han comprobado y declarado que los alimentos transgénicos no solo no son más nutritivos, sino que por el contrario han perdido muchas de sus propiedades saludables en pro de una maduración más rápida o un aspecto más atractivo. Tampoco han terminado con el hambre del mundo (eso es evidente), sino que por el contrario han sumido ciertas zonas del planeta en una pobreza aún mayor, explotación laboral y territorial y han deteriorado el medio ambiente de dichas zonas. Lo que sí han conseguido es abaratar costes de cultivo, transporte y conservación y han aumentado la productividad considerablemente. Otros tantos estudios denuncian que no se cumplen las normas impuestas por la Organización Mundial de la Salud, se experimenta con elementos tóxicos, se cultivan variedades prohibidas, no se cuidan los residuos generados, ni se vela por la seguridad ni se evita el sufrimiento animal, tampoco se etiquetan adecuadamente los productos ni se informa a los consumidores.
En general la ingeniería genética aplicada a la alimentación consigue que la cerveza sea más espumosa, los pollos se muevan menos y engorden más, los tomates sean más rojos, los kiwis más dulces, las lechugas duren más tiempo verdes en tu nevera, las vacas den más leche, las gallinas más huevos y los melones maduren en un día.
Básicamente, consigue alterar la cadena alimenticia, el entorno y medioambiente, el ciclo natural de la vida, y en definitiva altera la esencia y la naturaleza de los seres vivos, incluidos los seres humanos.
Fuentes y Enlaces de interés: