El equilibrio del Ph de la sangre es fundamental para la vida, tanto es así que una pequeña variación puede suponer el coma o la muerte, es por eso que nuestro organismo está continuamente luchando por mantener ese equilibrio, así que debemos aprender a ponérselo fácil.
Desde hace unos años existe una polémica abierta en torno a los lácteos ya que hay especialistas que aseguran que es un alimento muy completo para la salud desde la infancia y animan a su consumo, y por el contrario hay grandes profesionales de la nutrición y la salud que aseguran que los lácteos perjudican la salud y su consumo está íntimamente relacionado con infinidad de enfermedades.
Según los datos de 2012, en España se consumen aproximadamente 98 litros de leche por persona al año, cifra que ha disminuido considerablemente en 1 año, quizá por causa de la crisis, o quizá por causa de esta polémica con miles de defensores y detractores. En cualquier caso, en países como Suiza o Finlandia se consumen muchos más productos lácteos que en España por ejemplo.
La polémica en torno a los lácteos viene causada por datos oficiales que nos rompen los esquemas culturales, ya que van en contra de lo que siempre nos han contado. Pero a la vez nos seguimos encontrando con defensores del consumo de leche y derivados que siguen afirmando que es un alimento muy completo, muy importante en los primeros años de vida y desarrollo de un niño, así como en etapas carenciales de la vida como la menopausia o la vejez.
Vamos a analizar paso a paso los puntos de vista a favor y en contra para poder sacar nuestras propias conclusiones.
La leche y todos sus derivados forman parte de lo que denominamos lácteos.
Los derivados de la leche son el queso, la cuajada, el yogur, la mantequilla, la nata y el kefir (además de los batidos, el helado y otros tantos postres a base de leche).
Los lácteos suelen catalogarse como proteínas en la clasificación de alimentos, aunque si el lácteo es muy graso (por ejemplo el queso curado), se clasificará dentro del grupo de las grasas.
La leche de vaca por ejemplo, contiene agua, proteínas, grasas, hidratos de carbono, calcio, fósforo, hierro, vitaminas A, D, B y C, por lo que se considera un alimento muy completo.
Los hidratos de carbono en los lácteos están compuestos por lactosa (el “azúcar” de la leche).
La proteína principal de los lácteos es la caseína.
La leche es un alimento materno, como ocurre con los humanos, es decir, es un alimento destinado a las crías, ya sean vacas, ovejas o cabras y solo por un breve espacio de tiempo, ya que después de los primeros años de vida, una vaca por ejemplo, no vuelve a tomar leche en su vida.
Las voces a favor del consumo de lácteos se basan en su riqueza alimentaria, ya que es un alimento bastante completo desde un punto nutricional. Contiene proteínas, que son muy importantes para nuestro desarrollo, pero lo más importante es que contiene una buena cantidad de calcio, vital para el crecimiento y el fortalecimiento de nuestra estructura ósea durante toda nuestra vida.
También contiene lactosa (hidrato de carbono), que es vital para que nuestros huesos absorban el calcio.
Por otro lado, los avances industriales de hoy en día nos aseguran productos lácteos de alta calidad, eliminando prácticamente cualquier resto de bacterias gracias a la pasteurización y además ofreciéndonos elegir entre leches y derivados más o menos grasos, ya que contamos por ejemplo con leche desnatada, a la que se le retira la grasa con la que se elaborará la mantequilla posteriormente. Cabe destacar que la leche a la que se le retira la grasa, es leche que habrá perdido las vitaminas A y D, ya que se encuentran precisamente en la grasa.
El producto estrella de los defensores de los lácteos suele ser el yogur, ya que que conserva todas las propiedades intactas de la leche, y algunas vitaminas más que se producen durante su fermentación, además ayuda a mantener la flora intestinal de nuestro organismo.
El ácido láctico que se produce durante la fermentación de los lácteos es una sustancia con un gran valor nutricional, ya que es importante para mantener los niveles óptimos de nuestro pH (aumentando la acidez), proporcionando equilibrio y protección. Evita la proliferación de algunas bacterias y virus e interviene favorablemente en procesos metabólicos para la obtención de energía, por lo que por ejemplo es muy importante en el caso de deportistas.
También podemos destacar que la leche caliente tiene un efecto relajante que nos produce bienestar desde un punto de vista psicológico y nos induce al sueño, por lo que sus defensores recomiendan, como nuestras madres en nuestra niñez, tomar un vasito de leche caliente antes de dormir para proporcionarnos un mejor descanso.
Las voces en contra del consumo de lácteos suelen basar sus argumentaciones en la experiencia y la observación, ya que no existen estudios oficiales concluyentes.
Aunque cada uno debemos recurrir a nuestras propias conclusiones y decisiones, a la hora de consumir lácteos siempre es mejor confiar en productos ecológicos, que nos asegurarán una mejor calidad, desde un punto de vista nutricional, ecológico y ético.
Desde nuestra revista digital os invitamos a explorar vuestro organismo y observar sus reacciones, en el caso del consumo de lácteos y en todos los demás casos, ya que es la fuente más fiable de información con la que contamos. Nuestro cuerpo nos dará una respuesta certera a la hora de determinar si debemos o no consumir lácteos, y en qué medida hacerlo.
Cada vez más y más gente tiende a consumir productos cosméticos sin parabenos debido a una gran polémica que surgió a partir de 2004, pero ¿qué son los parabenos? ¿realmente nos perjudican?.
Los parabenos o parabenes (deriva de la palabra inglesa parabens) son un grupo de 6 conservantes. Su nomenclatura química es “éster de para-hidroxibenzoico” y contienen metanol, etano o propanol.
En la UE (Unión Europea), se les han asignado los siguientes códigos: E214, E215, E216, E217, E218 y E219. En cosméticos se suelen identificar también con estos nombres: Benzoato de sodio, el Sodium (y Ammonium) Laureate Sulphate.
Los parabenos son sustancias orgánicas, que se pueden encontrar por ejemplo en los arándanos (los parabenos orgánicos se metabolizan correctamente al ser ingeridos), pero el 90% de los parabenos que se utilizan son sintéticos, es decir, han sido sintetizados artificialemente y no tienen un origen orgánico.
Los parabenos se utilizan desde 1925 como conservantes cosméticos en dentífricos, cremas, desodorantes, champús, cosmética infantil, geles, lubricantes, tónicos, maquillaje, laca de uñas..., pero también se utilizan en sus diferentes tipos para conservar bollería, comida precocinada, refrescos, salsas e incluso carne fresca.
También se utilizan para la composición de varios productos farmaceúticos, como jarabes para la tos, antiácidos, funguicidas vaginales, antibióticos y en composiciones de paracetamol e ibuprofeno.
Tiene una función conservante y protectora, evita la infección con microorganismos (microbios), hongos o bacterias. Los parabenes se utilizan mucho en la industria cosmética, aproximadamente en un 70-90% de los productos cosméticos de uso frecuente.
Los parabenos son sustancias aprobadas por las autoridades sanitarias europeas y españolas y están catalogados como productos con baja toxicidad y seguros, ya que nuestro organismo es capaz de absorber y metabolizar esta sustancia y eliminarla de forma rápida.
¿...y entonces por qué la alerta?
En 2004 se realizó un estudio (llevado a cabo por oncólogos en la University of Reading, en Edinburgo) con tejido cancerígeno en el que saltó la alarma por primera vez, ya que en el 90% de las muestras analizadas procedentes de pacientes con cáncer de mama se habían encontrado trazas de parabenos. Después de varios estudios posteriores, no se ha arrojado ninguna conclusión de cómo afectan los parabenos al desarrollo del cáncer de mama, aunque algunos científicos apuntan a que los parabenos tienen una acción que imita a los estrógenos (hormonas sexuales, esteroides), y esto podría contribuir al desarrollo de los tumores cancerígenos.
Por otro lado, diversos estudios han concluído que los parabenos son bien absorbidos por el tracto intestinal y perfectamente eliminados en la orina, pero cuando son absorbidos por la piel (cuando se utilizan externamente), parece que su eliminación no es tan sencilla y rápida.
Como decimos, a fecha de hoy no existe ningún estudio concluyente que alerte sobre el uso de parabenos, y para las autoridades sanitarias sigue siendo un producto “no tóxico” y se continua utilizando en igual medida, pero a pesar de esto se siguen analizando sus efectos a largo plazo en diferentes estudios por todo el mundo, sobre todo en su aplicación en la cosmética infantil, en los desodorantes y en las lacas de uñas.
Los parabenos, al igual que la mayoría de los aditivos (conservantes, colorantes, saborizantes, antioxidantes, emulsionantes, edulcorantes, espesantes...), en estudios preliminares se califican como “no tóxicos”, y se comienzan a utilizar industrialmente sin ningún reparo, y no da tiempo a valorar los efectos que tendrán esos compuestos a largo plazo, en diferentes estados de salud, en grandes cantidades o en combinación con otros compuestos químicos.
Al igual que en muchos otros casos, la industria y el consumo exige un ritmo de producción que hace que los productos salten al mercado sin el suficiente tiempo de estudio y sin tener en cuenta muchas variables.
Por otro lado, el problema de casi todos los aditivos, no solo de los parabenos, es que forman parte del 99% de los productos que consumimos a diario, por lo que estos compuestos se acumulan en nuestro organismo a un ritmo mayor de lo que nuestro cuerpo es capaz de asimilar.
Una vez más parece ser que el problema no es del producto en si mismo, sino de su uso indiscriminado y de nuestro volumen de consumo.
Los productos ecológicos cosméticos no contienen o no deben contener parabenos ni otras sustancias químicas sintéticas como parafinas o perfumes. En concreto os recomendamos, como marcas cosméticas: Original Cosmetics, Natuderm Botanics, Eco Cosmetics, Urtekram o Matarrania, todas ellas marcas extraordinarias, pero sobre todo os recomendamos el uso de aceites vegetales puros y procedentes de agricultura ecológica, aceite de Almendras, de Coco, de Jojoba, de Caléndula, Hipérico o Rosa de mosqueta, que se pueden utilizar junto con los aceites esenciales también puros para diferentes usos cosméticos o terpéuticos. También os recomendamos el desodorante de mineral de alumbre o el uso de desodorantes naturales elaborados con aceites esenciales como sustitutos de los desodorantes convencionales.
Cada año miles de animales de todo el mundo mueren en laboratorios después de sufrir horribles experimentos con el fin de crear productos cosméticos y para la higiene del hogar. Además de suponer una grave falta de ética, infringiendo daño a animales con el fin de obtener beneficios económicos, se suma que los resultados obtenidos no son siempre extrapolables al campo humano, entonces, ¿por qué se siguen practicando?
A pesar de que la ley no obliga a ningún productor de cosméticos a hacer test en animales, no como en el caso de las compañías farmacéuticas que sí lo están, estos se siguen practicando en la actualidad. Existen organizaciones como PETA, que promueven y defienden los derechos de los animales, que afirman que muchas de estas compañías siguen usando los test en animales porque si usasen test alternativos como los realizados con cultivos de células o en vitro, se demostraría que sus productos son “altamente tóxicos” para el ser humano y no podrían sacarlos al mercado.
El 1 de enero de 1998 fue la primera fecha límite marcada por la Unión Europea para prohibir en todo el territorio comunitario el testeo de productos cosméticos en animales, esta fecha fue pospuesta y no sería hasta el año 2004 cuando se prohibiría probar el producto cosmético final en animales. No se prohibió en ningún momento probar los ingredientes de manera individual, ni la compra de los mismos a terceros, además de permitir 5 tipos de test en animales que se practican en la actualidad:
Al final de todas estas pruebas, aunque los animales puedan llegar a sobrevivir, son sacrificados de todos modos.
A pesar de todos los test realizados no siempre los resultados obtenidos son indicativos, ya que el hombre es una especie animal distinta y no reacciona igual a todas las sustancias, es decir, existen reacciones alérgicas experimentadas en animales que no lo son por el hombre y viceversa. Un ejemplo lo expone la LAV (Lega Anti Vivisezione, Liga anti vivisección en español, es decir, contra la vivisección en animales, procedimiento por los que se abre y analiza a los animales cuando aún están vivos), que explica cómo los análisis de la toxina butolínica, conocida como Botox, en animales ponía de manifiesto que esta sustancia era capaz de llegar a la médula espinal y modificar su funcionamiento, mientras que los mismos experimentos en humanos han confirmado que no es así.
El primer paso y el más importante es conocer qué marcas son las que testan en animales y a qué se compromete una empresa cuando en la etiqueta de su producto está escrito: No testado en animales. Las empresas que tienen este escrito en su envase o en la caja del producto se comprometen a no efectuar test en animales ni directamente ni a través de terceros ni en la actualidad ni en el futuro, controlar a todos los productores y distribuidores con los que trabajan para que respeten este acuerdo y no usar ingredientes que provengan de la muerte de un animal. Otros tipos de escritos como “clínicamente testado”, “dermatológicamente testado”, “microbiológicamente testado” o incluso “cruelty free” no aseguran en ningún momento que ese producto no haya sido testado en animales. Incluso hay empresas que usan “no testado en animales” porque no testan el producto final en el mismo pero sí testan los ingredientes y sustancias individuales porque están legislados.
A este punto para poder elegir productos de marcas comprometidas en contra del testeo en animales existen puntos de referencia, una de ellas es el logo del “conejito saltarín”, un logo internacional que tienen empresas que se han comprometido a no testar en animales.
>> Para poder ver la lista de las empresas adheridas pincha aquí: http://www.gocrueltyfree.org/downloads/pdf/BUAVA_LittleBook-2011.pdf
A pesar de existir este logo internacional no todas las empresas que no testan en animales se han adherido a este programa, por ello otro punto de referencia a consultar son las listas proporcionadas por PETA. En la lista de “Empresas que no testan” encontramos a las empresas que han firmado un acuerdo con PETA comprometiéndose a los puntos que hemos establecido más arriba, lo que se conoce como “Estándares de Compasión para Animales” (CSCA). Esto no quiere decir que esta lista esté completa, ya que sólo son incluidas aquellas que han firmado el acuerdo, por ello la lista se va actualizando cada 2 o 3 meses. La lista más fiable son aquellas de las “Empresas que sí testan en animales” porque son empresas en las que se ha comprobado su actividad. Por ello os recomendamos que visitéis ambas listas en http://www.peta.org/living/beauty-and-personal-care/companies/default.aspx
Con aquellas marcas que consumimos habitualmente, que tienen escrito “No testado en animales” y que no aparecen en la lista de aquellas que no testan, sería óptimo que los consumidores les escribamos pidiéndoles que firmen el acuerdo con PETA, una forma de asegurar a nosotros, consumidores responsables, que se comprometen realmente con lo que dicen. En el caso de marcas que sí testan en animales sería igualmente bueno escribirles explicando nuestro malestar por sus acciones y explicándoles que si siguen testando en animales dejaremos de comprar sus productos. Igualmente, si eres accionista de alguna de estas empresas sería bueno que expusieses tu opinión al respecto.
El Cosmos Standard ha sido desarrollado a nivel europeo por los principales sellos ecológicos cosméticos: BDIH (Alemania), ICEA (Italia), COSMEBIO & ECOCERT (Francia) y SOIL ASSOCIATION (Reino Unido). El fin de este estandar es el de establecer las pautas y requisitos para determinar que un producto cosmético sea realmente ECO. En este acuerdo se establece que todos aquellos productos o productos cuyos ingredientes sean testados en animales no serán reconocidos como ECO y no podrán obtener su correspondiente certificación. Especifica, sin embargo, que en el caso de los ingredientes solo pueden ser testados cuando lo requiera la ley, que según la ley en ningún momento es obligatorio, por lo que entendemos que es una manera de “cubrirse las espaldas”.
Además, se aclara que los productos certificados ECO solo pueden tener ingredientes de origen animal cuando estos no provengan de la muerte de un animal, que no se obtengan de animales protegidos y que estos productos sean obtenidos según el reglamento, es decir, si se usa leche de vaca las vacas tienen que tener una vida digna y son vacas que provienen de ganaderías certificadas ECO (animales alimentados correctamente y con libertad). Estos ingredientes solo pueden ser usados cuando no existe una alternativa vegetal.
También puedes unirte al grupo de Facebook: 'No a los test cosméticos en aminales', desde el que se busca agrupar al mayor número de usuarios posible para, entre todos, hacer fuerza y hacer saber a las empresas que lo practican nuestro descontento con sus acciones:
Haz clic aquí para unirte al Grupo de Facebook 'No a los test cosméticos en animales'
Aunque el hombre es un animal omnívoro y lleva consumiendo carne desde el principio de sus días, hoy por hoy este hábito que para muchos ha llegado a convertir la carne en el principal ingrediente en su dieta pero la forma en la que se trata la ganadería, tiene muchos inconvenientes importantes y perjudiciales para la salud.
Desde nuestra revista digital pocas veces tomamos posturas radicales y no pretendemos juzgar, por eso, en esta ocasión como en otras, simplemente queremos informar y analizar objetivamente los inconvenientes de una ingesta elevada de carne desde varios puntos de vista, entre ellos la salud.
Cuando hablamos de carne en este artículo nos referimos a lo que entendemos coloquialmente por carne, es decir, músculo y vísceras de animales terrestres y en concreto nos referimos a la más consumida: vaca, cerdo, cordero y pollo. Además en este artículo nos referimos a la carne cuyo origen proviene de granjas industriales (el 90%). El pescado y el marisco, aunque en teoría también son carne, siguen sus propias normas de producción, con otros problemas y ventajas independientes de la ganadería.
La carne en general (cada una con sus características particulares), es una fuente de hierro y fósforo, y también contiene vitamina B que pierde cuando se cocina. Apenas contienen hidratos de carbono y fibra, y suele contener un gran porcentaje de grasa, al menos un 20%, así como otro 20% de proteínas. La grasa animal está compuesta principalmente por grasas saturadas y colesterol.
Como comentamos, la carne es una fuente principal y casi exclusiva de proteínas y grasa. Un exceso de proteínas en nuestra dieta provoca cambios en la composición de la membrana de las células, y esto da lugar a enfermedades como la gota, la hipertensión, problemas hepáticos, o un aumento del colesterol en la sangre; todos estos problemas tan cotidianos hoy en día, que en muchos casos se evitarían sustituyendo la carne por hortalizas, frutas o legumbres.
Si. Por desgracia, hoy por hoy es un hecho que no da lugar a subjetividades que para abastecer el elevado consumo del carne en el mundo, las ganaderías malviven en granjas en las que los animales se encuentran con altos niveles de estrés y sufrimiento, inmovilizados, drogados y hormonados. Muchas de las sustancias con las que se tratan a los animales de ganadería, son prohibidos y retirados del mercado, después de llevar años empleándose y gracias a la denuncia e investigación de alguna ONG o asociación de consumidores. Pero por desgracia, estas sustancias son sustituidas rápidamente por otras que tardarán otro periodo de años en ser denunciadas, analizadas y retiradas, por supuesto, siempre una vez que los animales y consumidores han sufrido las consecuencias.
Se administran cócteles de hormonas para que crezcan y engorden rápidamente y conseguir ganaderías más rentables, también se les administran antibióticos rutinariamente para evitar que enfermen, y por si esto fuera poco, en muchos casos, su cadena genética es manipulada, una vez más con el fin de conseguir animales más rentables, aunque eso suponga una peor calidad nutricional en su carne o algún riesgo para los consumidores.
El estrés y el sufrimiento en los animales, al igual que en los seres humanos, tiene una respuesta química en el organismo (a nivel hormonal y de neurotransmisores), que se puede comprobar con sencillos análisis de sangre.
Por lo tanto, en la carne que se consume masivamente, se encuentran restos de hormonas tiroideas, masculinas y femeninas, esteroides, toxinas y antibióticos, por no hablar de los 'medicamentos', conservantes y otros químicos utilizados para durante el transporte, almacenamiento y comercio.
El consumo genera demanda, la demanda negocio y el negocio consumo, por lo que es difícil romper esta cadena, en la que todos y cada uno tenemos parte de responsabilidad.
Desde un punto de vista nutricional y práctico, la carne resulta muy cara tanto en su proceso de obtención como para el consumidor, ya que los nutrientes que aporta la carne, básicamente proteínas y grasa, son fáciles de sustituir por otros alimentos infinitamente más baratos, por ejemplo los productos lácteos o los frutos secos. Por ejemplo 1 Kg de nueces alimenta 6 veces más que 1 Kg de carne, y además su obtención es mucho más sencilla y barata.
Mirando las cifras de las FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), sorprende el hecho de que, al contrario de lo que nos indica la lógica, no tiene que ver el nivel económico de un país con el consumo de carne, es decir, en países en los que la economía doméstica es muy precaria, se consume carne como base de la alimentación; y al contrario, en países con gran calidad de vida y economías muy saneadas el consumo de carne es considerablemente inferior.
El consumo de carne a nivel mundial no ha parado de aumentar en los últimos 5 años, siendo China el mayor productor y consumidor de carne el segundo EEUU. Estos países consumen triplican en consumo de carne a Rusia y quintuplican a Australia . Los Países Bajos, Dinamarca o Tailandia se encuentran entre los países que menos carne consumen del mundo.
Se prevee que de seguir así la tendencia de crecimiento mundial y consumo de carne, para el 2020 habrá que aumentar la producción en un 40%.
Las ganaderías son muy caras de mantener como hemos dicho, ya que las granjas suponen un gasto muy elevado tanto de piensos (cereales) como de medicamentos (lo que supone gran riqueza para los laboratorios farmacéuticos), a la vez que generan muchos residuos y contaminación. En muchos casos consumen muchos recursos locales de agua, energía, combustibles y pastos por lo que en muchos casos, como está pasando en muchas zonas en Sudamérica, las empresas ganaderas arrasan literalmente cientos de hectáreas que dejan yermas e inservibles durante al menos otros 20 años, tiempo aproximado que tarda en recuperarse un terreno.
Para alimentar este gran número de ganado, hay que cultivar un gran número de cereales, donde entra en juego la agricultura actual con sus fertilizantes, pesticidas y cientos de compuestos tóxicos que dañan de manera irreparable el medio ambiente. Cuantas más granjas industriales, más habrá que rentabilizar los cultivos, para lo que se utilizará más cantidad pesticidas, fertilizantes y semillas procedentes de manipulación genética.
Para transportar, almacenar y conservar la carne, es necesario un gasto muy fuerte de recursos energéticos, que serían mucho más rentables si se utilizasen por ejemplo en el cultivo de otro tipo de alimentos, por otro lado, más nutritivos.
De vez en cuando ocurre algún “accidente” tipo “vacas locas”, “gripe aviar” o “fiebre porcina” que nos pone en alerta acerca de los métodos utilizados en la ganadería actual, pero por desgracia pronto se nos olvida y la educación y la cultura nos lleva de nuevo a consumir cantidades ingentes de carne sin preguntarnos nada más y sin reparar en lo que ese hábito supone para el mundo. Reducir el consumo de carne liberaría mucho espacio natural, reduciría exponencialmente el gasto de recursos naturales, nos acercaría a un mundo más sostenible y mejoraría considerablemente nuestra salud y calidad de vida.